Desde la perspectiva de padres y
cuidadores el encuentro con la historia de vida de niños/as en acogimiento
familiar o en adopción inquieta con frecuencia. En el entramado de la vida
cotidiana son infinidad las escenas, donde las preguntas, las inquietudes y los
miedos en relación a la historia y origen “entran en juego”.
La inmensa mayoría de las
dificultades y angustias (que se suscitan en todos los actores implicados) relacionadas con las historia y
circunstancias de vida de los niños/as, pueden implicar momentos de angustia donde la familia queda sin respuesta. El
nacimiento de un hermanito, la inquietud ante un encuentro, el miedo ante el
supuesto daño que pudiera causar una información, una solicitud de visitas de
un familiar con el que ya no se contaba, una comunicación “imprevista” en el transcurso
de una visita y/o entrevista, las afirmaciones de un compañero de clase o de un
amigo “bienintencionado” de la familia, pueden poner en cuestión una estabilidad “confortable”,
alcanzada tras meses o años y nos obliga a poner en juego una reformulación de la historia… en
resumen a sostener inquietudes que despertarán más preguntas… y a salir de una
estabilidad confortable que a veces es confundida con un indicador de salud y
estabilidad psíquica.
Esto que aparece y resulta
enigmático, que provoca angustia y preguntas, debemos contemplarlo
necesariamente como una oportunidad
para la re-elaboración de la historia de niño. Una oportunidad para hacer
relación y erigirnos en figuras de referencia confiables y seguras.
Es en el momento (actual), donde emerge la pregunta o la interrogación, cuando la memoria del chico pide una nueva
construcción, construcción para la que demanda compañía fiable. Porque los recuerdos no son copias exactas de informaciones o experiencias,
sino que la memoria los reelabora en el momento de la recuperación, momento que nos conmueve. Esta característica
contrastada por el trabajo clínico y las evidencias científicas ponen en primer
plano la responsabilidad que tenemos como padres y cuidadores en el desarrollo
de la personalidad…el reto no está en un
pasado inamovible si no en un presente que pide nuevas significaciones.
Es aquí donde la distinción entre
historia y memoria puede sernos útil
para pensar la historia y origen de los niños. La historia como realidad
“material” de hechos acontecidos, que todos podemos compartir y la memoria individual como registro singular que ha hecho cada
persona de lo acontecido, como “versiones” que cada participante de la relación
registra y reelabora continuamente.
Desde el punto de vista de la historia el pasado del niño que ha
sufrido una situación de desprotección y/ o maltrato es claro, las intervenciones están motivadas con
relativa claridad y esa ruptura con las personas que les dieron la vida tiene
unas causas, unas motivaciones y unos fines establecidos.
Desde el punto de vista subjetivo
del menor (memoria) nos encontramos
normalmente con “infinidad de páginas en blanco por llenar” y una gran cantidad
de hechos y circunstancias inconexas sin un significado ni un sentido claros…
¿Por qué fui apartado de mi familia biológica? ¿A qué se debe la ausencia de mi
madre? Circunstancias que si no son adecuadamente tratadas generan fantasías de
secuestro, inadecuación, disociación,
traumas...etc.
Es en este último plano desde
donde trabajamos padres, cuidadores y profesionales y la historia de vida “vivida”,
la memoria debemos concebirla aquí como construcción
actual frente a los enigmas del presente y como re-significación permanente de
hechos y acontecimientos del pasado.
Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista.