El objetivo de esta entrada es proporcionar algunas claves para reflexionar lo que implica la presencia de la familia biológica en el cuidado de los niños que se encuentran en acogimiento familiar.
En primer lugar y de cara a exponer algunos aspectos del acogimiento familiar que nos permitan pensar en él, más allá de lugares comunes, recordemos que las bondades del acogimiento familiar nacen de las mismas fuentes de las que nacen sus complejidades. La bondad del acogimiento familiar nace de que proporcionamos al menor una familia donde desarrollarse, su complejidad estriba en que pertenece también, sigue filiado, a la familia de la que fue separado.
Esta circunstancia, inherente a la propia medida de protección, lleva a
que acoger suponga para las familias acogedoras el mantenimiento más o
menos estrecho del contacto con la familia de origen, de la que fue separado.
Este reto, supone el mantenimiento
de la “distancia” adecuada con la familia de origen, y quizás sea la tarea más
difícil de gestionar ya que exige a los acogedores, profesionales y familia de
origen, aceptar plenamente que el niño pertenece a dos núcleos familiares,
entre los cuales en muchas ocasiones surgen sentimientos encontrados.
Esta doble pertenencia, supone a veces,
un verdadero escollo para las familias acogedoras, ya que resulta difícil
entender para ellas, como contextos en los que la vida de los niños implicaba
desatención, puede ser sentidos y “pensados” por éstos como los más apreciados
y propios.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta
que el sentimiento de pertenencia en los niños, inicialmente y de forma
natural, es el que los une a la familia y entorno de origen, sea cual sea las
circunstancias en las que se encuentren. La adscripción a la familia de acogida
se producirá después y su éxito dependerá de la capacidad de los acogedores
para mostrar comprensión con las características del entorno de origen,
permitiéndole al niño la posibilidad de pertenecer a ambos ámbitos.
Tengamos en cuenta que, aunque
las circunstancias que llevan al acogimiento familiar suponen la ruptura de la
convivencia con la familia de origen por una acción administrativa o judicial,
resultado de la constatación de una imposibilidad del ejercicio de los deberes
de cuidado por parte de los padres, el menor no tiene conciencia de que
el malestar que sufre es responsabilidad de sus padres. El niño puede tener
plena conciencia de que está mal, pero no sabe que ese malestar es resultado
del comportamiento de los padres y por supuesto en la mayoría de las ocasiones
no desea cambiar de familia.
Tengamos también en consideración,
que protegemos al niño, pero las decisiones que en un momento dado se tomaron
pensando en él, fueron sin contar con él.
Todas estas circunstancias hacen
que en el menor acogido tenga especial relevancia la necesidad de comprender el
significado histórico y personal que tiene el hecho de haber sido separado de
sus padres y no haber podido criarse con ellos. Estas circunstancias
suponen dificultades en el menor para “apropiarse” de su condición de acogido,
viviendo el evento trascendental de ruptura con su familia de origen como algo
extraño a él, a lo que le cuesta dar significado en su historia.
Es frecuente encontrar en las
consultas de seguimiento, actitudes de hostilidad y desconfianza en los chicos
hacia sus acogedores. Actitudes y sentimientos que se traducen en conductas de
rebeldía y violencia hacia sus cuidadores.
En no pocas ocasiones, rastreando
estas actitudes, encontramos en los chicos una pregunta sin resolver sobre su
historia de vida. Esta pregunta gira alrededor de los motivos que dieron
lugar a la toma de medidas de protección por parte de las Entidades Públicas
responsables, así como en torno a las motivaciones que empujaron a sus
acogedores a incorporarlos en su vida y a la imposibilidad de su familia
biológica de hacerse cargo de ellos.
En este escenario surgirán dudas y
enigmas, que sin la adecuada compañía alentarán fantasías muy negativas de
rapto, robo o apropiación por parte de las personas que les
cuidan. No olvidemos también las fantasías de ser poco valioso
o desechable por parte de la familia biológica.
Fantasías que generan un fondo de
desconfianza y hostilidad que pueden traducirse en problemas de convivencia.
Así, este aspecto, lo que podemos
llamar “extrañamiento de la medida” introduce una necesidad
central en el menor; necesidad de saber y dar un sentido a los importantes
giros de destino al que el sistema de protección le ha sometido y sobre los
cuales el menor no tiene ningún tipo de control.
Por lo tanto, en el caso del acogimiento
familiar uno de los aspectos más importantes es dar cuenta al niño de los
motivos y las razones que sostienen el hecho de porqué han llegado a formar
parte de nuestra familia, para que éste, a lo largo de su recorrido vital se
apropie de su propia historia, que la haga suya.
En el abordaje de estas temáticas,
difícil sin lugar a dudas, es el aspecto fundamental de la construcción de sus
orígenes y la elaboración de su historia de vida.
Si el niño siente comprensión en
sus esfuerzos por conservar lo que lo identifica y lo define como persona, al
mismo tiempo que se adapta a su nueva y compleja realidad, la doble pertenencia
es posible.
Así el acogimiento en cualquiera de
sus modalidades exige de las familias una entrega, una generosidad y unas
aptitudes especiales, pues supone incorporar realmente, de alguna manera, a la
familia de origen del menor en sus vidas y acompañar a éste en la elaboración
de su historia en presencia de esta familia de la que fue
apartado.
Se hace ineludible para el menor,
conocer, compartir e investigar con guardadores la información
en torno a los hechos y circunstancias que fundamentaron la toma de medidas de
protección y de porqué ellos mismos eligieron ampliar la familia por esta vía.
En resumen elaborar su historia de vida,
El abordaje de este aspecto
contribuye a:
- Evitar
disociación y fragmentación de la vida emocional y relacional.
- Generar un vínculo
seguro.
- Reparar los posibles
daños sufridos en el pasado y sus consecuencias.
Para concluir, podemos afirmar
que una de las responsabilidades más importantes que supone ser
guardador es la de ayudar a los menores que tenemos bajo nuestra guarda a
descifrar el mundo que les rodea, y en último término dar sentido a su
vida. La presencia de la familia biológica en la vida del niño a lo largo
de todo el desarrollo del acogimiento familiar (adecuadamente regulada y
supervisada) es un aspecto esencial para su desarrollo personal y
su integración social. Su circunstancia histórica singular llama a ser
descifrada e integrada. Los adultos que estamos cerca debemos ser buena
compañía para ello.
JUAN ALONSO CASALILLA GALÁN. Psicólogo. Especialista en Adopción y Acogimiento Familiar