lunes, 28 de diciembre de 2020

“EL MENOR ACOGIDO Y SUS DOS FAMILIAS”

 

El objetivo de esta entrada es proporcionar algunas claves para reflexionar lo que implica la presencia de la familia biológica en el cuidado de los niños que se encuentran en acogimiento familiar

En primer lugar y de cara a exponer algunos aspectos del acogimiento familiar que nos permitan pensar en él, más allá de lugares comunes, recordemos que las bondades del acogimiento familiar nacen de las mismas fuentes de las que nacen sus complejidades. La bondad del acogimiento familiar nace de que proporcionamos al menor una familia donde desarrollarse, su complejidad estriba en que pertenece también, sigue filiado, a la familia de la que fue separado. 

Esta circunstancia, inherente a la propia medida de protección, lleva a que acoger suponga para las familias acogedoras el mantenimiento más o menos estrecho del contacto con la familia de origen, de la que fue separado. 

Este reto, supone el mantenimiento de la “distancia” adecuada con la familia de origen, y quizás sea la tarea más difícil de gestionar ya que exige a los acogedores, profesionales y familia de origen, aceptar plenamente que el niño pertenece a dos núcleos familiares, entre los cuales en muchas ocasiones surgen sentimientos encontrados.

Esta doble pertenencia, supone a veces, un verdadero escollo para las familias acogedoras, ya que resulta difícil entender para ellas, como contextos en los que la vida de los niños implicaba desatención, puede ser sentidos y “pensados” por éstos como los más apreciados y propios.

Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el sentimiento de pertenencia en los niños, inicialmente y de forma natural, es el que los une a la familia y entorno de origen, sea cual sea las circunstancias en las que se encuentren. La adscripción a la familia de acogida se producirá después y su éxito dependerá de la capacidad de los acogedores para mostrar comprensión con las características del entorno de origen, permitiéndole al niño la posibilidad de pertenecer a ambos ámbitos.

Tengamos en cuenta que, aunque las circunstancias que llevan al acogimiento familiar suponen la ruptura de la convivencia con la familia de origen por una acción administrativa o judicial, resultado de la constatación de una imposibilidad del ejercicio de los deberes de cuidado por parte de los padres, el menor no tiene conciencia de que el malestar que sufre es responsabilidad de sus padres. El niño puede tener plena conciencia de que está mal, pero no sabe que ese malestar es resultado del comportamiento de los padres y por supuesto en la mayoría de las ocasiones no desea cambiar de familia.

Tengamos también en consideración, que protegemos al niño, pero las decisiones que en un momento dado se tomaron pensando en él, fueron sin contar con él.  

Todas estas circunstancias hacen que en el menor acogido tenga especial relevancia la necesidad de comprender el significado histórico y personal que tiene el hecho de haber sido separado de sus padres y no haber podido criarse con ellos. Estas circunstancias suponen dificultades en el menor para “apropiarse” de su condición de acogido, viviendo el evento trascendental de ruptura con su familia de origen como algo extraño a él, a lo que le cuesta dar significado en su historia.

Es frecuente encontrar en las consultas de seguimiento, actitudes de hostilidad y desconfianza en los chicos hacia sus acogedores. Actitudes y sentimientos que se traducen en conductas de rebeldía y violencia hacia sus cuidadores.

En no pocas ocasiones, rastreando estas actitudes, encontramos en los chicos una pregunta sin resolver sobre su historia de vida. Esta pregunta gira alrededor de los motivos que dieron lugar a la toma de medidas de protección por parte de las Entidades Públicas responsables, así como en torno a las motivaciones que empujaron a sus acogedores a incorporarlos en su vida y a la imposibilidad de su familia biológica de hacerse cargo de ellos.

En este escenario surgirán dudas y enigmas, que sin la adecuada compañía alentarán fantasías muy negativas de rapto, robo o apropiación por parte de las personas que les cuidan.   No olvidemos también las fantasías de ser poco valioso o desechable por parte de la familia biológica.

Fantasías que generan un fondo de desconfianza y hostilidad que pueden traducirse en problemas de convivencia.

Así, este aspecto, lo que podemos llamar “extrañamiento de la medida” introduce una necesidad central en el menor; necesidad de saber y dar un sentido a los importantes giros de destino al que el sistema de protección le ha sometido y sobre los cuales el menor no tiene ningún tipo de control.

Por lo tanto, en el caso del acogimiento familiar uno de los aspectos más importantes es dar cuenta al niño de los motivos y las razones que sostienen el hecho de porqué han llegado a formar parte de nuestra familia, para que éste, a lo largo de su recorrido vital se apropie de su propia historia, que la haga suya.

En el abordaje de estas temáticas, difícil sin lugar a dudas, es el aspecto fundamental de la construcción de sus orígenes y la elaboración de su historia de vida.  

Si el niño siente comprensión en sus esfuerzos por conservar lo que lo identifica y lo define como persona, al mismo tiempo que se adapta a su nueva y compleja realidad, la doble pertenencia es posible.

Así el acogimiento en cualquiera de sus modalidades exige de las familias una entrega, una generosidad y unas aptitudes especiales, pues supone incorporar realmente, de alguna manera, a la familia de origen del menor en sus vidas y acompañar a éste en la elaboración de su historia en presencia de esta familia de la que fue apartado.

Se hace ineludible para el menor, conocer, compartir e investigar con   guardadores la información en torno a los hechos y circunstancias que fundamentaron la toma de medidas de protección y de porqué ellos mismos eligieron ampliar la familia por esta vía. En resumen elaborar su historia de vida,

El abordaje de este aspecto contribuye a:

-   Evitar disociación y fragmentación de la vida emocional y relacional.

-   Generar un vínculo seguro.

-   Reparar los posibles daños sufridos en el pasado y sus consecuencias.

Para concluir, podemos afirmar que una de las responsabilidades más importantes que supone ser guardador es la de ayudar a los menores que tenemos bajo nuestra guarda a descifrar el mundo que les rodea, y en último término dar sentido a su vida. La presencia de la familia biológica en la vida del niño a lo largo de todo el desarrollo del acogimiento familiar (adecuadamente regulada y supervisada) es un aspecto esencial para su desarrollo personal y su integración social. Su circunstancia histórica singular llama a ser descifrada e integrada. Los adultos que estamos cerca debemos ser buena compañía para ello.


JUAN ALONSO CASALILLA GALÁN. Psicólogo. Especialista en Adopción y Acogimiento Familiar 

 


lunes, 1 de junio de 2020

EMERGENCIA DEL TRAUMA: HISTORIA Y PRESENTE EN ADOPCIÓN UNA MISMA REALIDAD


Cuando intervenimos en adopción y acogimiento, siempre existe un difícil equilibrio entre encuadrar adecuadamente nuestras actuaciones contemplando el pasado del niño y esterilizar las mismas remitiéndonos a una característica general que oculta las claves actuales de lo que ocurre en la relación con los chicos.
Tener como telón de fondo el pasado y la historia del niño es fundamental, pero esta historia se puede presentar de dos formas. Una de ellas produce progreso, nuevas significaciones, otra nos sitúa en una paralización eterna o más bien un eterno retorno de lo idéntico. 
Es habitual en los relatos de los padres que acuden a la consulta y en no pocos profesionales, que cualquier malestar, cualquier problema de conducta, sea explicado en su plenitud por el pasado traumático y de sufrimiento, que a los chicos se les supone, impregnándolo todo. Se erige así la historia en causa casi directa de lo que ocurre en el ahora. Además, a través de esta historia, los que sufren, cuentan y exhiben una identidad. Una identidad basada en un pasado-etiqueta que vela con frecuencia las claves actuales de la relación.  Esa historia “explica” su presente de sufrimiento, deteniéndose en ese momento interrogantes y preguntas sobre el estímulo actual causante de la conducta o el malestar, el cual tiene un peso muy importante en lo que le pasa y habla de la relación que ahora tenemos y que fundará el futuro.
En estos relatos los hechos del pasado se convierten en causa y se apunta a “explicar” en base a los mismos todas las claves de lo actual. Los antecedentes se convierten en señalamiento de causalidades y por esa vía se apunta hacia la adjudicación de responsabilidades por la situación del que sufre, invitando a que se conviertan en juicio y condena.  El confort intelectual que esta operación conlleva es evidente; nos exime de la responsabilidad de pensar qué nos queda por descifrar del aquí y el ahora de la situación planteada, sin embargo, nos condena a repetir y repetir hasta el infinito.
Esa posición, muchas veces nos conduce a creer que detrás de la forma en la que el niño se expresa, en la escena que nos compromete en el “ahora” no hay nada, no hay una verdad a descifrar. Remitiéndonos a ese pasado-etiqueta, se da una explicación que no explica nada, que no modifica nada, que no compromete a nada. Es una respuesta que fracasa.
Cuando tenemos que responder a las demandas de situaciones singulares, sólo las claves de la relación actual pueden darnos las llaves de cómo actuar. Ubicar todo lo que nos produce malestar en la relación o lo que no entendemos en un pasado deficitario y/o traumático no es siempre acertado, casi nunca lo es del todo...aunque sin duda produce un ese confort intelectual del que hablábamos más arriba.
Debemos tener siempre en cuenta que los momentos críticos que aparecen a lo largo del trabajo con los menores y sus familias suelen estar motivados por “algo de la realidad presente” que impacta en alguno de los sujetos implicados (no siempre el niño) y que pide una nueva construcción que dé cuenta de lo que pasa.
Pongamos un ejemplo, hace unos años una madre, en el transcurso de un seguimiento me comentó que su hija adoptiva, la cual no llegaba a los siete años, cuando estaban esperando para ser recogida del colegio hizo una crisis de angustia importante, se puso muy nerviosa y empieza a temer que sus padres no fueran a recogerla nunca, que la dejarán ahí para siempre. Aunque el retraso desde el punto de vista cronológico no fue ni mucho menos importante, desde el punto de vista del acontecimiento subjetivo, supuso un impacto que reavivó huellas pasadas, huellas de memoria que muy probablemente no tuvieran un relato ni una escena, sólo el fondo de angustia.
Algunos adultos, tras el incidente, se apresuraron a explicar el hecho por los traumas sufridos, ubicando doctamente la causa en un pretérito, donde esa escena ya ocurrió. Se transmitió información, de nuevo, a la pequeña de su pasado, de su actualidad, intentando tranquilizarla. Sin embargo, eso no contribuyó a que la pequeña elaborara el miedo a ser abandonada en la escuela. La angustia aparecía ante el mínimo retraso.
Fue cuando se abordó ese ahora, esa espera que se vivía como eterna. Cuando se escuchó ese instante subjetivo al que hay que dejar hablar a través de las palabras del niño, cuando empezaron a desaparecer los miedos, En el contexto de las relaciones actuales.
Así, a nosotros nos corresponde escuchar, interrogar y tener paciencia. Solo explorando que sintió en ese momento, que pensó, puede surgir en la relación actual una re-significación “sanadora”. Es una escena inaugural de construcción de vínculo con sus padres…remitirnos y quedarnos en un pretérito desconocido y genérico no sirve de nada, es el abordaje actual en el contexto de los vínculos actuales lo que hace relación, resignifica escenas pasadas y sienta las bases de la nueva vida.



Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Especialista en Adopción y Acogimiento Familiar

lunes, 13 de enero de 2020

EL FUNDAMENTO DE LA RELACIÓN EN ADOPCIÓN Y ACOGIMIENTO FAMILIAR: EL LUGAR DE LA DEUDA Y LA GRATITUD CON EL ORIGEN


Algo que preocupa y ocupa de manera constante a los adultos implicados en adopción y acogimiento familiar, es entender cuáles son los fundamentos del lazo que les une y unirá a sus hijos, o a los niños que acogen como guardadores.

En esta reflexión quiero poner de manifiesto un aspecto fundamental de la relación y que apunta a la razón de ser de lo que nos une a hijos y menores que están bajo nuestra guarda. Este aspecto es que a los niños se les separa de su familia biológica sin que en la inmensa mayoría de los casos ellos tomen parte en esta decisión tan trascendente. Esta decisión de separar al niño de su familia y entregarlo a otra, sin su participación, tendrá un eco en toda la existencia del chico que debe ser tenido muy presente para fundar una relación positiva con él.

Recordemos que, aunque las circunstancias que llevan a la adopción y al acogimiento familiar son muy diversas, todas comparten la ruptura de la convivencia con la familia de origen, provocada por una acción administrativa o judicial no consentida ni asumida por parte de la familia de ésta en la mayoría de los casos. No siempre hay un abandono y en muchos casos existen padres y familiares que desean sinceramente hacerse cargo de los niños…aunque no puedan por sus circunstancias. Tengamos en consideración, que protegemos al niño, pero las decisiones que en un momento dado se tomaron pensando en él, fueron sin contar con él.  Esta circunstancia supone dificultades en el menor para “apropiarse” de su condición de adoptado o acogido, viviendo el evento trascendental de ruptura con su familia de origen como algo extraño y ajeno a él, a lo que le cuesta dar significado en su comprensión de la historia.

No me canso en recordar a los adultos que se dirigen a la adopción y al acogimiento que, desde cierto punto de vista, el niño, antes de la medida de protección lo tiene "todo" y que cuando el niño se incorpora a sus vidas le enfrentamos a "una nada". Desde su punto de vista es un acontecimiento por descifrar gracias a nuestra compañía.

Así, esta situación nos coloca a padres, guardadores y profesionales en una situación de endeudamiento en el sentido de que
  • Debemos una buena explicación.
  • Debemos gratitud porque el niño ha cumplido un deseo en nuestras vidas.
  • Debemos "una vida mejor".

Por lo tanto la relación verdadera solo puede fundamentarse en el reconocimiento por parte de padres y acogedores de la deuda adquirida, deuda que se instaura con la llegada del niño a sus vidas.  



Cada una de estas tres dimensiones de la deuda merece un desarrollo que abordaré en próximas entradas.

lunes, 9 de abril de 2018

HOSTILIDAD Y DESCONFIANZA DEL MENOR ADOPTADO Y ACOGIDO: EL EXTRAÑAMIENTO DE LA MEDIDA DE PROTECCIÓN COMO DIFICULTAD PARA FUNDAR UN VINCULO SEGURO Y REPARAR DAÑOS DEL PASADO.


Es frecuente encontrar en la consulta actitudes de hostilidad y desconfianza en los chicos adoptados y acogidos. Actitudes y sentimientos que se traducen en conductas de rebeldía y violencia hacia sus padres y cuidadores. En no pocas ocasiones, rastreando estas actitudes, encontramos en los chicos una pregunta sin resolver sobre su historia de vida.

La pregunta del niño gira alrededor de los motivos que dieron lugar a la toma de medidas de protección por parte de las Entidades Públicas responsables, así como en torno a las motivaciones que empujaron a sus padres y cuidadores a incorporarlos en su vida.

Tengamos siempre presente que, aunque las circunstancias que llevan a la adopción y al acogimiento familiar son muy diversas, todas comparten la ruptura de la convivencia con la familia de origen provocada por una acción administrativa o judicial. Tengamos también en consideración, que protegemos al niño, pero las decisiones que en un momento dado se tomaron pensando en él, fueron sin contar con él.  Esta circunstancia supone dificultades en el menor para “apropiarse” de su condición de adoptado o acogido, viviendo el evento trascendental de ruptura con su familia de origen como algo extraño a él, a lo que le cuesta dar significado en su historia.

En este escenario surgirán dudas y enigmas, que sin la adecuada compañía alentarán fantasías muy negativas de rapto, robo o apropiación por parte de las personas que les cuidan…etc. Fantasías que generan un fondo de desconfianza y hostilidad que pueden traducirse en problemas de convivencia.

Así, este aspecto, que hemos llamado “extrañamiento de la medida” introduce una necesidad central en el menor; necesidad de saber y dar un sentido a los importantes giros de destino al que el sistema de protección le ha sometido.

Por lo tanto, en el caso del acogimiento familiar y de la adopción uno de los aspectos más importantes es dar cuenta al niño de los motivos y las razones que sostienen el hecho de porqué ha llegado a formar parte de nuestra familia, para que éste, a lo largo de su recorrido vital se apropie de su propia historia, que la haga suya.

El abordaje de este aspecto, difícil sin lugar a duda, es el aspecto fundamental de la construcción de sus orígenes y la elaboración de su historia de vida.

Se hace ineludible para el menor, conocer, compartir e investigar con padres y guardadores la información en torno a los hechos y circunstancias que fundamentaron la toma de medidas de protección y de porqué ellos mismos eligieron ampliar la familia por esta vía.

El abordaje de este aspecto contribuye a:

Evitar disociación y fragmentación de la vida emocional y relacional.
Generar un vínculo seguro.
Reparar los posibles daños sufridos en el pasado y sus consecuencias.

En resumen, una de las responsabilidades más importantes que supone ser padre o guardador es la de ayudar a nuestros hijos o a los menores que tenemos bajo nuestra guarda a descifrar el mundo que les rodea, y en último término dar sentido a su vida.


Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista. Especialista en Adopción y Acogimiento Familiar 

domingo, 19 de marzo de 2017

ACOGIMIENTO FAMILIAR: UNA EXCELENTE Y COMPLEJA MEDIDA DE PROTECCIÓN

Recientemente estamos asistiendo a una potente promoción del acogimiento familiar por parte de las entidades públicas. Esta promoción, que responde a una necesidad real de la infancia protegida, no está siendo acompañada en muchas ocasiones de una adecuada concienciación  de la complejidad que supone acoger. 

Las excelencias del acogimiento están sobradamente representadas en la literatura científica, están sobradamente constatadas en la práctica y están refrendadas por la actual legislación. No obstante estas excelencias nacen de las mismas fuentes que nacen sus complejidades, y esta entrada pretende apuntar algunas de ellas. 

La excelencia nace de que proporcionamos al menor una familia donde desarrollarse, su complejidad estriba en que pertenece también a la familia de la que fue separado. 

Muy esquemáticamente esta circunstancia lleva a que  acoger suponga para las familias acogedoras  los siguientes retos:

· Asumir temporalidad de la estancia del niño.
· Limitaciones en cuanto a las decisiones que pueden tomar sobre  él.
· El mantenimiento más o menos estrecho del contacto con la familia de origen.   

El primer reto es una dificultad prevista y asumida en algunas modalidades del Acogimiento Familiar (urgencia, temporal). El segundo reto puede ser asumido con un adecuado encuadre, información y formación, sin embargo el tercero es uno de los más complejos y donde la formación, la información y el seguimiento pueden revelarse como impotentes.

El tercer reto supone el cuidado adecuado, el mantenimiento de la “distancia” adecuada con la familia de origen del menor y quizás sea la tarea más difícil de gestionar. Exige a los acogedores aceptar plenamente que el niño pertenece a dos núcleos familiares, entre los cuales en muchas ocasiones surgen sentimientos encontrados.

Esta doble pertenencia, esta doble fidelidad supone un verdadero escollo para las familias acogedoras, ya que resulta difícil entender para ellas, como contextos en los que la vida de los niños implicaba desatención, puede ser sentido y “pensado” por los niños como los más apreciados y propios.

Debe tenerse en cuenta que el sentimiento de pertenencia en los niños, inicialmente y de forma natural, es el que los une a la familia y entorno de origen, sea cual sea las circunstancias en las que se encuentren. La pertenencia a la familia de acogida, se construirá después y su éxito dependerá de la capacidad de los acogedores para mostrar comprensión de las características del entorno de origen, permitiéndole al niño la posibilidad de pertenecer a ambos ámbitos.

Si el niño siente comprensión en sus esfuerzos por conservar lo que lo identifica y lo define como persona, al mismo tiempo que se adapta a su nueva y compleja realidad, la doble pertenencia es posible.

Así el acogimiento en cualquiera de sus modalidades exige de las familias una entrega, una generosidad y unas aptitudes especiales, pues supone incorporar realmente, de alguna manera, a la familia de origen del menor en sus vidas y acompañar a éste en la elaboración de su historia en presencia de la misma.

Por lo tanto el Acogimiento Familiar es una tarea maravillosa,  pero con retos proporcionales a sus beneficios.

Juan Alonso Casalilla Galán 


martes, 7 de marzo de 2017

HISTORIA DE VIDA:TRANSCENDER LA BIOGRAFÍA

         “No es el sufrimiento en sí mismo el que hace madurar al hombre, es el hombre el que da sentido al sufrimiento.”  Viktor Frankl

Qué ocurre cuando se producen rupturas, separaciones que por cualquier circunstancia impiden que permanezcamos en la familia en la cual nacimos. Esta pregunta que toda persona que ha pasado por una medida de protección se hace, es una pregunta que debe ser contestada y construida por ella misma. Las personas que han pasado por esta circunstancia necesitan tener un relato, una historia  que de sentido a este suceso excepcional.  Consiste en construir una historia, un relato que dé sentido a la existencia pasada y presente,  un porqué coherente que articule y explique esa situación tan excepcional que le ha tocado vivir. Debemos tener en cuenta que llega un momento en que no es suficiente con la historia que nosotros le damos.

Muchos chicos llegan a la adolescencia con ideas muy vagas sobre el motivo por el cual no viven con su familia de origen,  en su cabeza sólo cuentan con un “titular” del tipo no me pudieron cuidar, no contaban con recursos económicos...En fin informaciones muy generales y confusas que alientan en ellos las fantasías de rapto, robo y de una actuación arbitraria e injusta por parte de las administraciones que participaron en construir su destino. Son en muchas ocasiones informaciones tan parciales y escasas que no le sirven para dar cuenta de por qué no ha podido crecer y criarse con la familia de la cual procede biológicamente.

Por otra parte debemos tener en cuenta que llega un momento de la vida en que no nos sirve la historia que nos es dada y debemos construir y conquistar nuestra propia historia.

En este sentido es bueno que los chicos llegada la adolescencia puedan tener acceso a las informaciones que sustentaron las actuaciones protectoras. Esto les permitirá tener los materiales con los que construir su historia, una obra de la que realmente pueda apropiarse. El acceso a la historia de uno, permite al chico singularizarse, construir una identidad realmente propia.

Recordemos que en muchas ocasiones los niños y los adolescentes sólo cuenta con la información que los padres y cuidadores han transmitido (información necesaria, pero no suficiente) y con un saber general que existe sobre la adopción y el acogimiento   (conocimiento que desde la ciencia se ha construido y que muchas veces hace imposible pensar una existencia feliz después del paso por determinadas circunstancias) saber que por ser general no le concierne a nadie en particular.  

Es en este punto donde nos tenemos que preguntar por el qué sucede con los relatos que dan forma a esta historia y cómo se construyen estos cuando incluyen estas separaciones. Qué representaciones recibe el niño de las personas de las cuales se esperaba que asumieran sus cuidados. Qué representaciones se le brindan respecto a las rupturas con su familia y qué influencia tienen sobre estas cuestiones el imaginario social  que circula en relación a la infancia protegida. A veces las etiquetas que parece que vienen en nuestra ayuda, pues nos proporcionar cierta tranquilidad, nos privan de acceder a la verdad concreta que se está jugando en la actualidad.

Nuestra tarea como padres consistirá en acompañar esta construcción. Pero cómo podemos dar calidad a este acompañamiento y con qué dificultades nos encontramos. 

En primer lugar debemos tener claro que no se trata en último términos de aportar desde nuestro saber una historia oficial ni un saber científico, si no de escuchar en el chico cuáles son sus preocupaciones y dudas en torno al porqué.  Nuestro silencio será muchas veces su mejor guía. 

En segundo lugar debemos tener claro que en este tema también entrará en juego nuestro deseo. No sólo porqué se le separó de su familia o ésta no pudo hacerse cargo de él, si no porqué nosotros le incorporamos a la nuestra. Nuestra historia entra en escena. 


Solo dando sentido a los sucesos vividos, las personas podrán acceder a una auténtica libertad.

Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista 



jueves, 10 de diciembre de 2015

HISTORIA vs MEMORIA EN EL NIÑO ADOPTADO Y ACOGIDO


Desde la perspectiva de padres y cuidadores el encuentro con la historia de vida de niños/as en acogimiento familiar o en adopción inquieta con frecuencia. En el entramado de la vida cotidiana son infinidad las escenas, donde las preguntas, las inquietudes y los miedos en relación a la historia y origen “entran en juego”.

La inmensa mayoría de las dificultades y angustias (que se suscitan en todos los actores implicados) relacionadas con las historia y circunstancias de vida de los niños/as, pueden implicar momentos de angustia donde la familia queda sin respuesta. El nacimiento de un hermanito, la inquietud ante un encuentro, el miedo ante el supuesto daño que pudiera causar una información, una solicitud de visitas de un familiar con el que ya no se contaba,  una comunicación “imprevista” en el transcurso de una visita y/o entrevista, las afirmaciones de un compañero de clase o de un amigo “bienintencionado” de la familia,  pueden poner  en cuestión una estabilidad “confortable”, alcanzada tras meses o años y nos obliga a poner en juego una reformulación de la historia… en resumen a sostener inquietudes que despertarán más preguntas… y a salir de una estabilidad confortable que a veces es confundida con un indicador de salud y estabilidad psíquica.

Esto que aparece y resulta enigmático, que provoca angustia y preguntas, debemos contemplarlo necesariamente como una oportunidad para la re-elaboración de la historia de niño. Una oportunidad para hacer relación y erigirnos en figuras de referencia confiables y seguras.

Es en el momento (actual),  donde emerge la pregunta o la interrogación,  cuando la memoria del chico pide una nueva construcción, construcción para la que demanda  compañía fiable. Porque los recuerdos no son copias exactas de informaciones o experiencias, sino que la memoria los reelabora en el momento de la recuperación,  momento que nos conmueve. Esta característica contrastada por el trabajo clínico y las evidencias científicas ponen en primer plano la responsabilidad que tenemos como padres y cuidadores en el desarrollo de la personalidad…el reto no está en un pasado inamovible si no en un presente que pide nuevas significaciones.

Es aquí donde la distinción entre historia y memoria puede sernos útil para pensar la historia y origen de los niños. La historia como realidad “material” de hechos acontecidos, que todos podemos compartir y la memoria individual como registro singular que ha hecho cada persona de lo acontecido, como “versiones” que cada participante de la relación registra y reelabora continuamente.

Desde el punto de vista de la historia el pasado del niño que ha sufrido una situación de desprotección y/ o maltrato es claro,  las intervenciones están motivadas con relativa claridad y esa ruptura con las personas que les dieron la vida tiene unas causas, unas motivaciones y unos fines establecidos.

Desde el punto de vista subjetivo del menor (memoria) nos encontramos normalmente con “infinidad de páginas en blanco por llenar” y una gran cantidad de hechos y circunstancias inconexas sin un significado ni un sentido claros… ¿Por qué fui apartado de mi familia biológica? ¿A qué se debe la ausencia de mi madre? Circunstancias que si no son adecuadamente tratadas generan fantasías de secuestro, inadecuación,  disociación, traumas...etc. 


Es en este último plano desde donde trabajamos padres, cuidadores y profesionales y la historia de vida “vivida”, la memoria debemos concebirla aquí como construcción actual frente a los enigmas del presente y como re-significación permanente de hechos y acontecimientos del pasado. 

Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista.