miércoles, 11 de mayo de 2011

DEPRESIÓN POSTADOPCIÓN

 La angustia del encuentro con lo radicalmente ajeno y la construcción del vínculo.

   Las situaciones y ejemplos que expondré a continuación para su  reflexión  pertenecen a la práctica diaria del trabajo en Adopción. Pretenden ilustrar cómo detrás de la construcción-creación del vínculo, como relación verdadera, existe necesariamente la desaparición y muerte de determinados seres previos a la misma. Seres previos que ocupan el lugar de lo por venir y que necesariamente deben ser destituidos para dejar paso a lo nuevo.
   Estos ejemplos de apego provienen de la adopción, campo privilegiado para el abordaje de determinados aspectos de esa conservación de seres previos de los que hablábamos más arriba.
    Intentaremos vislumbrar cómo el apego a determinadas construcciones que nos sostienen y nos donan un ser,  suponen un obstáculo para el encuentro con lo singular del otro, con lo actual… actualidad que aparece como una amenaza de pérdida de ser y de identidad.
   Pero ¿Por qué hablo de campo privilegiado? Al hablar de adopción…Las personas que desean ser padres mediante la adopción se ponen en una situación un tanto especial. Hacen una demanda explícita a una administración para conseguir un niño que les convierta en padres (demanda de ser). Sujetos racionales y responsables, tras un largo proceso informativo, formativo y evaluativo manifiestas “en pleno uso de sus capacidades” que desean incorporar un niño (hijo de otros) en sus vidas.  Podría afirmarse que “saben lo que quieren”.
   Esta demanda, ese deseo de “ser padres”, deseo de un otro que ocupe el lugar de hijo, se carga en la espera de una gran emoción, depositando en la llegada  del niño la satisfacción plena de sus deseos y el cumplimiento de sus expectativas; “es lo único que nos falta como pareja para ser felices”, “es lo que más deseamos en este mundo”.
   Nada aparece en los discursos previos que nos haga imaginar las paradójicas reacciones que en muchas ocasiones nos encontramos cuando comienza la relación, el “cuerpo a cuerpo” con las manifestaciones de ese otro radicalmente distinto.
   El encuentro con el niño, con esa existencia previa ajena a las construcciones propias y pre-existentes vendrán representadas en los casos que traigo para compartir  por un informe, unos datos, una fotografía, o el acto de profunda significación de aceptar ante un juez a ese extraño como hijo.
  El primer material  describe la angustia que despierta en una mujer - que se postula junto con su marido para adoptar y ser padres por primera vez- la comparecencia al acto judicial de constitución de la adopción.  Previamente a este acto jurídico la pareja viajó al país y conoció al menor, tras un proceso de deliberación resolvió aceptar a este niño como hijo. Meses después viajan al país y en  el juicio que tiene lugar renuncian a su adopción. La mujer  comenta:  
“he mentido a todo el mundo, incluso a  mi  pareja” añade” no he querido reconocer lo del niño, en el fondo no quería hacerlo, mentí cuando dije que no me importaba la edad“”no me dan ganas de acercarme a él ““lo de las características físicas distintas no lo aguanto” e insiste “tengo ganas de irme”. Sigue la conversación hablando sobre el tema de Adopción y ella dice “yo lo que realmente  deseo  es un hijo mío” añade “si  regreso con el niño lo voy a abandonar en cuanto llegue  porque realmente no siento nada hacia él”.
   Me comenta que necesita un tratamiento psicológico porque se da cuenta de que no puede con lo que en estos momentos está pasando en su cabeza, añade que se siente muy avergonzada pero ya no podía continuar, repite varias veces que ha mentido a todo el mundo, a toda su familia.
   El segundo material que traigo para su reflexión son las manifestaciones hechas por la pareja solicitante, en las cuales,  tras años de espera, justifican el rechazo de la asignación de un niño en el hecho de que el hueco y la espera estaban pensados para una niña.
 “creemos que el planteamiento de un futuro lleno de ilusión, se iniciaría en manos de esa niña….Hemos vivido con ella estos años…., en nuestro corazón y en nuestra vida. Guardamos sus vestidos, su habitación, su carrito y los juguetes de sus primitas, las cuales los apartan con una nota que dice su nombre… Y seguimos esperando para poder disfrutar con ella…”
   En la literatura sobre el tema, ese niño que se imagina, que se construye y crece en la espera se ha venido denominando “niño ideal”,  niño ideal que es confrontado con un supuesto “niños real”, que es el que aparece en el momento del encuentro.
   En la mayoría de ocasiones los profesionales nos apresuramos a rellenar/ salvar esa distancia con información científicamente contrastada del menor susceptible de ser adoptado (perfil, características…etc.). Pronto comprobamos con perplejidad que ese “saber” objetivo sobre el niño  es impotente para dar cuenta de la reacciones del niño y de los padres cuando surgen malestares relacionados con el encuentro y la posterior relación.
    Los profesionales, animados por la creencia de poder evitar las dificultades y malestares que rodean el encuentro, intentamos acercar un supuesto niño real que no es más que el ideal para nosotros.
     El niño ideal, lo es, no por perfecto, sino porque es imaginado y construido de acuerdo a las necesidades y deseos de los que esperan para ser padres.  
   Esta construcción propia, familiar, cargada de energía,  se confronta  (más tarde o más temprano)* con la  presencia real, la cual aparece como un lienzo en blanco para los futuros padres, frente a él se jugarán su destino. Lo nuevo que aparece podrá ser visto como un profundo abismo, huyendo espantados del mismo como en el primer caso que veíamos  o bien como en el segundo, confirmando quizá la existencia de lo que realmente se quiere pero no está ahí.
  Parece como si para que se establezca la relación se debiera producir una  muerte y una posterior renuncia,  un proceso de duelo por ese niño que se imaginó, un adiós a los aspectos imaginarios del proyecto. Es el momento en el que es lógico que se produzcan sentimientos de desánimo. Ahora ya no queda nada a lo que asirse, quizá sea el pánico del abismo del que hablábamos antes.
   Estos sentimientos, pueden ser tan profundos que pueden llegar a producir lo que  ya empieza a denominarse desde hace más de una década Depresión Post-adopción. Los nuevos padres pueden llegar a sentirse muy culpables por los sentimientos que albergan, y esto sumado a los largos períodos de espera, la fuerte idealización del proyecto, las vicisitudes del encuentro, pueden llevarnos a una importante “caída” del ánimo.
   Los caminos que quedan es retroceder espantado, afirmar que esto no es lo que uno esperaba y seguir ligado a lo construido… o en compañía,  dar un paso adelante destituir lo viejo para dar paso a lo nuevo, transitando por el duelo del ser previo construido en la espera y perdido al no ser encontrado en la relación. 
   No debemos olvidar que estos sentimientos de desánimo  tienen un valor,  pues apuntan a que nos estamos relacionando con nuestro hijo real, con sus singularidades, con las que nos gustan y con las que no nos gustan, y es necesario encontrarse con ellas para construir una relación veraz y auténtica.  
 ¿Qué motiva este repliegue del amor en ? ¿Que “peligro” augura el sujeto ante determinadas  escenas?
La represión del amor queda en los ejemplos que traigo a discusión, quizá, como señal de peligro de pérdida, pérdida de los objetos que estaban antes de la aparición de objetos nuevos. Reminiscencias eternas que  estarán a la base de la incapacidad de dar respuestas a las demandas actuales, de relacionarse con eso nuevo que emerge. Frente a la angustia, aparece la depresión post-adopción como señal del duelo necesario que augura el nacimiento de algo nuevo.
Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista.