Juan
Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Especialista en Adopción
RUPTURAS
Y CARENCIAS.

Por
lo tanto a la hora de trabajar con los niños adoptados y sus familias es
necesario siempre traer al presente estas dos
circunstancias generalizables a los mismos:
LA
RUPTURA
·
Los niños que se incorporan a la
familia por medio de la adopción han establecido vínculos afectivos
previamente, han creado su propia historia, traen consigo multitud de
experiencias y vivencias sobre las cuales han construido una identidad.
Identidad que les sostenía en su existencia anterior.
La adopción está
marcada por una profunda y rápida discontinuidad. Quienes crían y
educan no son quienes han concebido y engendrado. El ambiente en que se va a
producir el desarrollo es muy diferente del ambiente inicial. Lo que
habitualmente es un factor de riesgo (la discontinuidad, representada por la
medida de protección que separa de la familia) se convierte en requisito previo a la
protección necesaria.
·
En las condiciones habituales,
niños, niñas y adolescentes no adoptados crecen en medio de una gran
continuidad. Normalmente, la continuidad
se considera un factor de protección importante. La continuidad del ambiente, de las normas, de
las personas en quién confiar y dirigirse.
LAS
CARENCIAS
·
Que el entorno que ha rodeado a los
niños no ha sido el adecuado para la satisfacción de las necesidades propias de
su desarrollo, han sufrido desatención y maltrato (situaciones inherentes a la
toma de medidas de protección). Además pueden haber pasado cierto tiempo
en instituciones con pocos recursos lo
que tendrá sus implicaciones para su salud y desarrollo evolutivo.
Estas
dos circunstancias nos hacen ver que el proceso de integración a la nueva realidad es muy complejo para los
niños procedentes de la adopción internacional pues dejan detrás de sí
todo aquello que les era conocido para enfrentarse a una realidad totalmente
nueva. “El menor viene de tenerlo todo a no tener nada”.
Con demasiada
frecuencia los profesionales que trabajamos en el ámbito de la infancia
protegida hacemos hincapié en las heridas emocionales sufridas por el maltrato
y la negligencia en los cuidados de que han sido objeto, la ausencia de figuras
de apego estables y que sirvan de sostén a
su desarrollo evolutivo, las secuelas producidas por los más o menos
largos períodos de institucionalización, el origen marginal o estigmatizado de
sus progenitores…etc. Esto
es sólo una perspectiva de la verdad,
perspectiva que debemos saber interpretar a la hora de relacionarnos con el
niño.
Vemos
como además de las carencias y dificultades que existen en el pasado del niño,
es necesario tener en cuenta que la adopción en sí misma produce una ruptura
en la continuidad vital.
La
visión ingenua de que el niño siempre irá a mejor o que simplemente al ser
ubicado en un ambiente más propicio será suficiente es un modelo muy precario
para entender la adopción.
La
mayoría de los profesionales en el ámbito asistencial y educativo estábamos
acostumbrados a trabajar y estudiar poblaciones en las que predomina la
continuidad.
Así
detrás de las problemáticas que aparecen se encuentran una interacción compleja
de estos dos factores. No podemos en ningún modo entender las problemáticas
múltiples que encontramos como resultado de la única y exclusivamente de una
carencia o déficit inicial.
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