martes, 27 de enero de 2015

ADOPCIÓN Y GARANTÍAS DE LEGITIMIDAD: ÚNICO COMIENZO POSIBLE.

Cuando ocurren catástrofes naturales o guerras, salta a la actualidad nacional e internacional el tema de la adopción de los niños que han sufrido y están sufriendo el desastre.

Es importante llegado ese momento, donde emergen unos intensos deseos de ayudar a la infancia en dificultad, señalar que la adopción no es necesariamente la única ni la mejor manera de contribuir al bienestar de tantos niños que han sufrido las consecuencia de una catástrofe. Debemos recordar que la adopción y el acogimiento familiar es una medida de protección que tiene, sirviéndonos del símil médico, sus indicaciones y contra indicaciones.

De una manera general, la adopción internacional no puede tener lugar en una situación de guerra o de catástrofe natural. Estas circunstancias convierten en imposible la verificación de la situación personal y familiar de los niños. Cualquier acción que tenga como objetivo adoptar o trasladar hacia otro país los niños víctimas del terremoto debe ser evitada, estamos ante una medida que con carácter general está contraindicada. Esta contraindicación se debe a que los controles necesarios no pueden ser actualmente realizados.

Así la adopción internacional tiene que ser suspendida hasta que el sistema administrativo y judicial del país sea operativo, y ofrezca las debidas garantías y transparencia en relación a la adoptabilidad de los niños para los que se piense, tras la oportuna investigación, que la adopción es la alternativa más idónea para paliar su situación actual.

Esto no es un planteamiento “purista” de adecuación ciega a procesos administrativos, es el resultado de lo que nos enseña el trabajo en post-adopción con adultos adoptados, donde la constitución legítima y transparente de la adopción es un pilar fundamental para la construcción de la historia. Es por este motivo por el que nos parece oportuno traer lo que nos enseña la post-adopción y nos parece necesario hacer una reflexión que nos retrotrae al comienzo, a un aspecto que está al principio de los procesos de adopción. Es y no podía ser de otro modo la legitimidad en la constitución de la adopción.

Legitimidad necesaria, pues nada de lo que esté fuera de la ley puede ser considerado adopción. Se es padre legitimado por la ley.
Si la constitución de la adopción no ha seguido los cauces legalmente establecidos pondrá en cuestión el lugar ocupado por nosotros y por los progenitores.

La constitución del vínculo con nuestro hijo, debe dejar fuera de toda duda y sospecha el concurso de una mala práctica o un turbio negocio. A ojos de nuestro hijo el giro existencial que supuso para él la adopción debe de ser un acto legítimo, no puede ser una “apropiación”, “un robo” o un “buen negocio”, que teñirá nuestra identidad como padres e influirá necesariamente en el modo de filiar a nuestros hijos y de vivir a los progenitores, convirtiéndose en un lastre insalvable en la construcción de nuestra historia.

Es por ello, que el comienzo de nuestra relación debe de estar precedido por la legitimidad, requisito necesario que debe encuadrar la futura relación con el que será, nada más y nada menos que nuestro hijo.

Por lo tanto, contribuyamos a la reconstrucción de los  países y de sus estructuras administrativas, para que antes de indicar un tratamiento sin el oportuno diagnóstico podamos dar a cada niño lo que necesita.

Juan Alonso Casalilla Galán.
Psicólogo. Especialista en Adopción y Acogimiento.



sábado, 17 de enero de 2015

EDAD DE LOS SOLICITANTES Y VALORACIÓN DE LA IDONEIDAD: UNA CUESTIÓN COMPLEJA.


La edad de los solicitantes debería ser sólo un aspecto más a tener en cuenta a la hora de evaluar la adecuación de un ofrecimiento ya que por sí misma no informa sobre ninguna de las dimensiones consideradas relevantes para la idoneidad, es también cierto que con la edad van modificándose muchas de estas dimensiones que venimos considerado básicas para valorar a las familias y que son fundamentales para que el menor que se va a incorporar lo haga con garantías de integración presente y futura. Sin embargo la edad es sólo un dato que está mediando los aspectos realmente relevantes. 

Por tanto, aunque la edad por sí sola no debería constituir un criterio excluyente, ya que debe realizarse una valoración centrada en la singularidad de los solicitantes así como en su ofrecimiento, debe tenerse en cuenta que respecto a las características de los futuros padres adoptivos una mayor edad puede implicar:

  •    Riesgo de una menor flexibilidad y adaptabilidad a las nuevas situaciones.
  •     Escaso conocimiento sobre el mundo infantil;
  •    Excesiva distancia generacional, que puede llegar incluso a la ruptura.
  •     Posibles limitaciones físicas.
  •     Mayores riesgos de salud.
  •     Menores expectativas de vida.

En este último caso, unas menores expectativas de vida implican que a mayor edad de los solicitantes disminuye la probabilidad de que el niño disponga de padres al menos hasta la juventud. Esto es importante ya que, si bien las expectativas de vida en nuestra sociedad son cada vez mayores, el acceso a la plena independencia de los hijos es cada vez más tardío, teniendo éstos la necesidad de sus padres por periodos de tiempo cada vez mayores.

No obstante este carácter mediador no debe hacernos olvidar lo realmente relevante a la hora de enjuiciar el proyecto de una familia y/o solicitante individual. 

Por otra parte, la mayor edad de las personas que hacen los ofrecimientos supone también una mayor edad de los niños pre asignados. Esto conlleva, siempre en interés del menor, buscar requerimientos en las familias que puedan satisfacer las necesidades de los menores en edades que los sitúan en la segunda infancia o en la pre adolescencia. 

Es decir, a mayor edad del menor es necesario buscar en los solicitantes recursos educativos especiales que favorezcan el abordaje de dificultades de adaptación escolar, social e incluso familiar. 

Además, desde la perspectiva del vínculo que se establezca, los solicitantes deberán estar dispuestos en muchas ocasiones a no ser nunca “padres” de ese niño, o bien ser “los otros” padres, pues el menor ya tiene una imagen interiorizada de los que realmente lo fueron.

En resumen son muchos los avances que se han hecho en estos últimos años al respecto de la evaluación de la idoneidad y las características de los solicitantes sólo deben de ser un dato para empezar a evaluar y no un juicio que determine la valoración. 

Juan A. Casalilla Galán. 


Para saber más 


  • Casalilla, J. A.; Bermejo, F. A.; y Romero, A. (2008). Manual para la valoración de la idoneidad en la adopción internacional en Comunidad de Madrid.”. Comunidad de Madrid, Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF).  
Disponible en sección de publicaciones de  la Consejería de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid                                                                                             
  • Bermejo, F. A.; y Casalilla, J. A. (2009) “La jurisprudencia española sobre la no idoneidad de los solicitantes de adopción: Análisis e implicaciones”Anuario de Psicología Jurídica, vol. 19, 73-91.
www.redalyc.org/pdf/3150/315025340007.pdf
  • Palacios, J. (2008) “Manual para Intervenciones profesionales en adopción internacional”. Ministerio de  de Educación Política Social y Deporte.


martes, 9 de diciembre de 2014

REVELACIÓN DE ORÍGENES: DIFICULTADES DE LOS PADRES ADOPTIVOS.

La llegada de nuestro hijo/a y las tareas inherentes a la revelación  actualizan muchos de los desasosiegos y angustias que estaban detrás de nuestro deseo de adoptar.  Nuestro hijo corre el riesgo de convertirse en el representante de esa circunstancia que queríamos olvidar gracias a la adopción.

Nuestro hijo no nos convierte de la noche a la mañana en personas fértiles sino que nos obliga a transmitir esa verdad a los otros, pues está  en la base de su origen. Además nos sitúa frente a los  demás señalando esa condición, quizá no suficientemente elaborada. Tampoco contribuirá a  la felicidad de la pareja, será un proyecto, en tanto que común pondrá a prueba el ajuste de la misma.
No ocupará el lugar del hijo perdido, si el duelo por él no está resuelto reavivará nuestras heridas. No contribuirá a que nos sintamos más acompañados, en muchas ocasiones pondrá de manifiesto nuestra soledad.

La presencia de nuestro hijo traerá a la actualidad, hará presentes,  aspectos quizá olvidados o no suficientemente asumidos, tanto de nuestro proyecto de adopción como de nuestra historia personal.

El origen nuestra paternidad/maternidad, no se encuentra sólo en la circunstancias que le llevaron a ser adoptable,  se encuentra en el momento que decidimos adoptar, en cuales fueron nuestras motivaciones, deseos y expectativas para él,  qué lugar queríamos que  ocupara en nuestras vidas.
Su historia previa, sobre la que tanto insistimos, no debe hacernos olvidar que el origen de nuestro hijo está también en nuestra decisión de adoptar, en qué fue lo que nos llevó a hacer nuestro al hijo de otros.
Nuestros malestares pueden actualizarse, reavivarse, cuando nuestro hijo nos sitúa frente a interrogantes relacionados con su historia: ¿Qué es lo que os hizo desearme? ¿Qué es lo que os hizo convertiros en padres adoptivos? serán preguntas que estarán como telón de fondo en muchas ocasiones.

La inadecuada elaboración de ciertos aspectos dolorosos que estuvieron a la base de nuestra motivación (infertilidad, esterilidad, soledad, duelos no superados) para adoptar puede ser una dificultad permanente en la relación, estas dificultades se ponen frecuentemente de manifiesto cuando abordamos aspectos relacionados con la historia y origen.

Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista. 



lunes, 10 de noviembre de 2014

LOS PRIMEROS MOMENTOS DE LA CONVIVENCIA: ALGÚN APUNTE SOBRE DUDAS Y MALESTARES


Tal y como venimos diciendo en anteriores entradas el proceso de incorporación o ajuste mutuo en adopción es crítico, crítico en el sentido de determinante y decisivo, sin embargo no necesariamente problemático.
Es por lo que, y sobre todo en los primeros momentos de la convivencia, es necesario ser muy conscientes  gran cantidad de cambios que se   producen así como las múltiples variables que están determinando nuestro comportamiento y el de nuestro hijo. 
Para no precipitarse a la hora de resolver que nos encontramos ante un problema y “patologizar” a nuestro hijo…  ¿Qué  podemos hacer?:

1. Evitar etiquetajes prematuros
En el proceso de incorporación,  sobre todo en los primeros meses, pueden aparecen conductas que si no son adecuadamente contextualizadas considerando origen e historia, pueden  ser vistas como expresión de patologías graves. Recordemos los múltiples  ejemplos de conductas extrañas a la hora de comer,  modos de relacionarse…etc.  
De igual manera podemos hablar de los rendimientos escolares y del nivel de desarrollo evolutivo. Encontraremos disarmonías en el desarrollo, retrasos e inhibiciones, resultado de la ansiedad de la situación de ruptura que supone la adopción y de experiencias pasadas. Muchas de estas conducta y/o rendimientos si son evaluados prematuramente y fuera de contexto, pueden conducirnos a un juicio equivocado.

Distingamos  diagnóstico precoz, fundamental para el adecuado abordaje de cualquier problema, sea médico o psicológico del diagnóstico “apresurado” que nos puede precipitar a errores en las intervenciones. Para lo cual es recomendable dirigirse a especialistas conocedores de la Adopción.

 2.  Centrarse en la actualidad de la conducta
Es de vital importancia centrarse en la actualidad de la conducta, en qué circunstancias se manifiesta “ahora”.
Es necesario no caer en la trampa de convertir el pasado en causa. Insistimos en que debemos dar el justo lugar a la historia.
Muchas veces las dificultades que encontramos, tienen su principio y fin explicativo en lo que acontece actualmente, el pasado no debe se un coartada
En este punto surge un peligro muy común entre muchos adoptivos, este peligro tiene una de sus fuentes en que a veces son padres que por su interés por dar un trato adecuado a sus hijos cuentan con una cantidad ingente de información sobre las peculiaridades y consecuencias del maltrato en la infancia, conocimiento del desarrollo evolutivo de los niños…etc. y hacen juicios bien fundamentados en el saber científico sobre la materia, juicios que tienen  que ver con la generalidad de los menores susceptibles de ser adoptados, pero que poco tienen que ver con las circunstancias peculiares que se están dando en la relación “aquí” y “ahora” de la relación.
Recordemos lo dicho en la entrada dedicada  al “lugar de la historia”.

 3.   Valorar las distintas dimensiones del problema.
Los problemas  que más preocupaciones  causan  a los padres, pues comprometen la convivencia en el hogar y en la escuela,  tienen que ver con una expresión del malestar del niño hacia fuera,  y aparecen detrás de quejas del tipo: “Es muy inquieto, no para, no centra la atención en nada” “no acepta normas y límites; es retador” “ha empezado con robos y pequeños hurtos” “es agresivo con otros niños” ”miente, manipula, engaña” “tiene una conducta sexual inapropiada”…etc.
Sin embargo,  no debemos olvidar la perspectiva del niño, el cual sufre, a veces en silencio, miedos e incertidumbres sobre su lugar en la familia, cansancio por el esfuerzo que supone asimilar tantos cambios…etc. que inhiben su funcionamiento mental, manifestándose estas problemáticas con  unas expresiones, menos alarmantes, cursando como depresiones, inhibiciones en el desarrollo cognitivo que son achacadas a falta de motivación o déficit intelectuales.
Son circunstancias que despiertan, como decimos,  menos alarma y son consideradas por el entorno tanto familiar como social como menos problemáticas. Pero no por ello son  menos graves ni dignas de atención,  ya que pueden tener efectos muy negativos a largo plazo. En muchas ocasiones una “luna de miel” prolongada ha ocultado aspectos sin resolver de la relación, de la  condición de hijo adoptivo, ansiedades e inseguridades  que hacen su aparición de manera brusca en la adolescencia y pre-adolescencia de los chicos.

4. Búsqueda de ayuda profesional
Si el problema se permanece o empeora con el tiempo, y tras haber puesto en práctica todo lo que sabemos, continúa,  no debemos de dudar en pedir ayuda profesional.
Pedir ayuda   no nos devalúa como padres, es lógico que haya circunstancias que nos desborden y nos produzcan un profundo malestar. Mantener este tipo de situaciones es  perjudicial para nosotros como padres y para nuestros hijos.

          Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista. Especialista en Adopción y Acogimiento Familiar. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

LA MENTIRA EN EL NIÑO: SU SENTIDO EXTRA MORAL.

Son muchas las ocasiones en que los padres consultan con preocupación porque su hijo miente;  miente en relación a sus logros escolares, niega hecho evidentes…etcCon demasiada frecuencia padres y educadores se precipitan a juzgar, apresurándose a extirparla de raíz.

No obstante estos comportamientos merecen ser pensados, además desde un punto de vista extra moral, buscando el significado de los mismos más allá de su correspondencia con determinada realidad.  Merece la pena suspender por un momento el juicio que nos arrastra a la alarma y contemplarlos desde otro punto de vista.  

Para todo ser humano, en determinadas ocasiones,  mentir es un modo de ser alguien frente al vacío inmenso que se experimenta. En el caso de los niños adoptados a veces mentir es aparecer como un niño más ante los otros niños de su entorno y responde a la necesidad de integrarse o adaptarse con los iguales y con sus padres, ocultando sus carencias o sus dificultades. Si los problemas son el modo que tiene el niño de enviarnos un mensaje, de decirnos una parte de la verdad de lo que le ocurre, el síntoma de la mentira o  la fabulación  podemos decir que muestran, en gran número de niños,  la necesidad momentánea de mantenerse ligado a ese mundo nuevo que le rodea, digamos que necesita este síntoma para no caer en un vacío inmenso del que hablábamos antes: no tener nada, no ser nada…, por lo que resulta evidente que necesitan mentir.


Las mentiras  deberían hacer reflexionar a los padres en lugar de indignarles. Es un grave error dar a tales comportamientos infantiles el calificativo de inmorales. Estemos atentos al motivo por el cual el niño recurre a estos modos de actuar antes de censurar y castigar. Los síntomas que vemos en nuestros hijos y que nos disgustan merecen un tiempo de espera y de diálogo entre los padres antes de darles un carácter moral reprobable.


Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista. 


jueves, 23 de octubre de 2014

CONSECUENCIAS DE LA OCULTACIÓN DEL ORIGEN EN ADOPCIÓN


Abordar temáticas relacionadas con el origen de los hijos adoptivos no es fácil, somos padres "gracias" a una ruptura en origen del vínculo con los padres biológicos. 
Cuando los padres omiten o tergiversan la información acerca del origen promueven en el niño la necesidad de bloquear toda pregunta que pueda crearles conflicto con ellos. Muchas veces esta actitud, transmitida sin intención por parte de los padres, promueve un aparente desinterés. 
Los niños precisan sentirse seguros con sus padres, verificar el amor que les tienen y el cuidado que les proporcionan, por lo tanto evitan preguntar sobre situaciones que resultan incómodas o conflictivas para los padres.
Inhiben su capacidad de preguntar, su curiosidad y, de esta manera, disminuyen, bloquean o anulan su deseo de conocer. Este deseo de aprender  es el que regula la necesidad de averiguar, avanzar en lo desconocido, apropiarse y disponer de los conocimientos que constituyen un capital de gran importancia para todo ser humano.
La falta de información sobre el origen, la información falsa o la falta de respuesta a las cuestiones que plantea un niño son advertidas por los hijos como “algo que no se debe saber”, algo que no hay que incorporar a su cabeza. 
Esta situación le lleva a la creencia de que saber resulta peligroso, que puede poner en peligro el amor que le tienen sus padres, y así aprende que no debe ser curioso. Y si inhibe su curiosidad, su deseo de aprender cosas nuevas, intercepta la posibilidad de incorporar experiencias y conocimientos nuevos. No pocas veces inhibiciones intelectuales que tienen su expresión en un bajo rendimiento escolar nacen de este aprendizaje "no es bueno curiosear".
De esta manera un conflicto no resuelto de los adultos deja sus consecuencias en los hijos, y es en la escuela donde se evidencia el conflicto que los padres han provocado.
Otras formas de exteriorizar que algo en la relación entre padres e hijos no es fluida, tiene su manifestación a través de trastornos de conducta; la angustia por permanecer separados de sus padres durante algunos períodos de tiempo, como la jornada escolar;  serán a veces  formas de manifestar su inseguridad en el nuevo vínculo y el temor a que estas figuras que resultan importantes para el niño puedan desaparecer sin explicaciones, como les ha sucedido anteriormente.
Más adelante, en la adolescencia, cuando nuestro hijo busque respuesta a determinados aspectos fundamentales de la vida, quizás no nos busque como referencia si no hemos sido buenos guías para un aspecto tan fundamental como este. 

Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo especialista en Adopción y Acogimiento. 



viernes, 10 de octubre de 2014

LAS DIFERENCIAS FÍSICAS EN ADOPCIÓN: ALGUNAS CLAVES DE ABORDAJE

La adopción ya sea nacional o internacional, implica en un número significativo de ocasiones hacer hijo a un niño que no comparte con nosotros la mismas características físicas, propias de nuestra etnia.

Este es un hecho relevante y que no debe ser infravalorado,  pues las diferencias de aspecto físico, son un rasgo de identidad que debe ser adecuadamente integrado tanto en lo que se refiere al equilibrio psíquico interno como en lo que tiene que ver con la adecuada integración social. Por lo que estos aspectos jugarán un papel más o menos importante en el proceso de identificación del menor a lo largo de toda su vida.

Señalemos que las diferencias físicas son un aspecto  “visible”, y que nos percibimos, entre otras muchas  cosas, conforme a las características físicas y  raciales. Las características físicas serán un elemento que entrará en juego necesariamente  en la constitución de la identidad, al ser un rasgo que caracterizará a nuestro hijo “frente a otros”.

Desde un punto de vista evolutivo, los niños poco a poco se van haciendo conscientes de las diferentes etnias existentes y de las diferencias con respecto a sus progenitores. Sin embargo para el niño preescolar no  es “evidente” esta diferencia racial, es a medida que se va construyendo su imagen corporal, como empieza a percibirse como  diferente. Al principio es normal que el niño se sienta físicamente como su familia, ya que se ve reflejado en el espejo de los otros que son cercanos,  a este respecto existen infinidad de anécdotas en niños pequeños, que señalan como distintos  a personas de idéntica raza a la suya.

Rocío de poco más de dos años de edad, llegada de China comenta a su madre “mamá en la guardería hay una niña china”, se refiere a ella misma. Los comentarios de los otros, de “hay una niña distinta” no le conciernen, ella se ve como los demás, como sus padres. No obstante,  pronto empiezan a ser conscientes de esa diferencia física aunque aún no  serán capaces de explicarla; por ejemplo, niños que piensan que a medida que vayan creciendo se irán volviendo del color de sus padres.  En el esclarecimiento de estas dudas, los padres tienen una oportunidad de oro para transmitir a sus hijos su condición de adoptivos, y de que a pesar de las diferencias físicas son hijos como cualquier otro, que esas diferencias no ponen en peligro el afecto de sus padres,  ni supondrán una exclusión posterior.

A medida que el niño crece y llega a la adolescencia, las características raciales cobran una mayor importancia. En esta etapa, las características físicas son elementos fundamentales en el desarrollo de loa autoestima, auto imagen. En muchas ocasiones este rasgo ocupa un lugar central en su auto percepción generando conflictos en el sentimiento de pertenencia a su familia adoptiva. Adquiriendo un valor simbólico central.


        Por lo tanto, en relación a los rasgos físicos los padres tienen que:

 1º  Enseñar a reconocer a su hijo las diferencias en cuanto a su aspecto físico. Los niños adoptados con características raciales diferentes a las de sus padres no tienen un “espejo biológico” en sus padres. Preguntas  frecuente como ¿Yo cómo voy a ser de mayor?, ¿A quién me voy a parecer?,  no deben quedar sin respuesta en estos casos. Los padres han de suplir la ausencia del espejo biológico.

 2º  Explicar cual es el “origen” de estas diferencias físicas: Explicar cual es el origen de la diferencia racial, supone abordar la condición adoptiva de nuestro hijo: Las características raciales diferentes de los niños con respecto a sus padres adoptivos suponen una manifestación de la condición adoptiva, tanto para los propios niños y padres, como para el resto de las personas.

 3º Enseñarle a hacer frente a esta diferencia racial que e muchas ocasiones dará lugar a actitudes negativas. Ayudar a los niños a que desarrollen estrategias de afrontamiento.


Juan Alonso Casalilla Galán.