Recientemente estamos asistiendo a una potente promoción del
acogimiento familiar por parte de las entidades públicas. Esta promoción, que
responde a una necesidad real de la infancia protegida, no está siendo
acompañada en muchas ocasiones de una adecuada concienciación de la complejidad que supone acoger.
Las excelencias del acogimiento están sobradamente representadas en
la literatura científica, están sobradamente constatadas en la práctica y están
refrendadas por la actual legislación. No obstante estas excelencias nacen de las
mismas fuentes que nacen sus complejidades, y esta entrada pretende apuntar
algunas de ellas.
La excelencia nace de que proporcionamos al menor una familia
donde desarrollarse, su complejidad estriba en que pertenece también a la familia
de la que fue separado.
Muy esquemáticamente esta circunstancia lleva a que acoger suponga para las familias acogedoras los siguientes retos:
· Asumir
temporalidad de la estancia del niño.
· Limitaciones en cuanto a las decisiones que pueden tomar sobre él.
· El mantenimiento más o menos estrecho del contacto con la familia de origen.
· Limitaciones en cuanto a las decisiones que pueden tomar sobre él.
· El mantenimiento más o menos estrecho del contacto con la familia de origen.
El primer reto es una dificultad prevista y asumida en
algunas modalidades del Acogimiento
Familiar (urgencia, temporal). El segundo reto puede ser asumido con un
adecuado encuadre, información y formación, sin embargo el tercero es uno de los
más complejos y donde la formación, la información y el seguimiento pueden revelarse
como impotentes.
El tercer reto supone el cuidado adecuado, el mantenimiento
de la “distancia” adecuada con la familia de origen del menor y quizás sea la tarea más difícil de gestionar. Exige a
los acogedores aceptar plenamente que el niño pertenece a dos núcleos familiares,
entre los cuales en muchas ocasiones
surgen sentimientos encontrados.
Esta doble pertenencia, esta doble fidelidad supone un verdadero
escollo para las familias acogedoras, ya que resulta difícil entender para
ellas, como contextos en los que la vida de los niños implicaba desatención, puede ser sentido y “pensado” por los niños como los más
apreciados y propios.
Debe tenerse en cuenta que el sentimiento de pertenencia en
los niños, inicialmente y de forma
natural, es el que los une a la familia y entorno de origen, sea cual sea las
circunstancias en las que se encuentren. La pertenencia a la familia de
acogida, se construirá después y su éxito dependerá de la capacidad de los
acogedores para mostrar comprensión de las características del entorno de
origen, permitiéndole al niño la
posibilidad de pertenecer a ambos ámbitos.
Si el niño siente comprensión en sus esfuerzos por conservar
lo que lo identifica y lo define como persona, al mismo tiempo que se adapta a
su nueva y compleja realidad, la doble pertenencia es posible.
Así el acogimiento en cualquiera de sus modalidades exige de
las familias una entrega, una generosidad y unas aptitudes especiales, pues
supone incorporar realmente, de alguna manera, a la familia de origen del menor en sus vidas
y acompañar a éste en la elaboración de su historia en presencia de la misma.
Por lo tanto el Acogimiento Familiar es una tarea maravillosa,
pero con retos proporcionales a sus
beneficios.
Juan Alonso Casalilla Galán
Juan Alonso Casalilla Galán
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ResponderEliminarEstoy un poco cansado de oír que hacen falta familias de acogida, porque yo desde enero de 2017, estoy tratándolo de conseguir. Primero con un niño que tenía bastante apego hacia mí y que las técnicas de la comunidad se empeñaron en desechar para entregárselo a una familia más convencional (Yo soy un varón soltero de 57 años) , pero con la que al final, para desgracia del niño, ha fracasado. He pasado por la petición para una niña (a petición de su residencia) que tuve de vacaciones en verano, y que la propia residencia después indicó que no había apego ¿?. En esta ocasión, las técnicas, tuvieron a bien conservar todos los trámites realizados en el anterior expediente. Y ahora cuando ya quedaba poco para la decisión (me imagino), ha surgido el ingreso de nuevo en la residencia del primero de los niños, y como le quiero tanto me ha hecho solicitar la reapertura de ese expediente.
ResponderEliminarY eso de querer a un niño tanto, no va en contra del acogimiento. Todo lo contrario. Querer a un niño acogido, además de darle cariño, sustento, comprensión, educación,…, supone pensar primero en él y respetar totalmente, e incluso relacionarse y ayudar, a su entorno biológico. Y si llega el momento en que tiene que volver con su familia, no voy a decir que daré saltos de alegría, pero seguro que en mi podrá más la alegría de ver feliz al niño con la persona que más quiere (su madre) que el dolor por su perdida.