La incorporación a la
escuela del niño adoptado supone un cambio más a sumarse dentro del “mare
mágnum” de cambios que implica
la adopción. En su caso, el ingreso en la escolaridad puede poner de repente sobre la mesa, y
convertir en problema: la escasa estimulación previa, la falta de hábitos para adquirir conocimientos reglados,
la dificultad para mantener la atención y la adquisición de un idioma diferente.
De otro lado
encontramos a los profesionales implicados en el trabajo con los niños,
los cuales se encuentran con una problemática absolutamente heterogénea, y de
la que hasta hace bien poco no tenían noticia, y para la cual el sistema
educativo no contempla “protocolo” de actuación, teniendo limitados recursos para gestionar
los conflictos derivados de tan novedosa condición.
Niños, padres y profesionales contemplarán estupefactos y a
veces sin interlocutores válidos,
algunos de los efectos que supone la ruptura existencial que
implica la adopción, por lo que no es
infrecuente que surjan problemas en diversos aspectos de su integración
escolar, tanto en lo que concierne a su rendimiento escolar como en lo que
concierne al ámbito relacional y vincular.
De cara a prevenir y abordar
las dificultades que pudieran surgir, es necesario tener en
consideración algunos extremos que pueden resultarnos útiles:
· Que muchos
niños presentan un nivel inicial más
bajo en su desarrollo como resultado de sus carencias emocionales y ausencia de experiencia en aprendizajes
reglados de todo tipo, lo que puede
tener repercusiones importantes en el aprendizaje.
· Que la falta
de seguridad afectiva, así como la necesidad de hacerse cargo de este nuevo
mundo, demanda al niño prestar atención
a muchos frentes, de ahí que la capacidad de atención pueda percibirse come
reducida en el ámbito escolar.
· Que las
vivencias que han experimentado los niños adoptados pueden traer como
consecuencia algunas dificultades que afectan no sólo a su capacidad de
aprender, comprender el nuevo idioma, y
centrarse en las tareas,
sino también a manera de relacionarse
con adultos e iguales de su entorno.
· Que los
efectos del cambio brutal de vida y las experiencias pasadas pueden llevarnos a
diagnósticos erróneos, ya que en ellos se compara al niño recién incorporado
con el niño que lleva en la familia
desde su nacimiento
No obstante no debemos perder de vista que la convivencia
escolar posibilita a las menores numerosas situaciones para superar
problemáticas sufridas y deben ser un ejemplo de lo que realmente debe ser la
convivencia social en un marco que va más allá de la familia.
Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Especialista en Adopción.
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