Etimológicamente, adoptar significa
hacer propio lo extraño, aquí el significado etimológico apunta hacia la esencia del proceso. Hacer hijo por la vía de la adopción a un
menor procreado por otros, y que nos ha
sido asignado por un sistema de protección, supone hacer propias, de nuestra
familia, muchas cosas que hasta la fecha nos eran
perfectamente ajenas: su historia, que será la nuestra en muchos sentidos, su
origen, sus peculiaridades.
Cuando hablamos del niño ideal que construimos los padres en la espera, hablamos de un niño "propio" pues éste, con sus defectos y virtudes fue construido del material de nuestros
sueños. El niño que llegará es otro.
En este punto es normal que a
veces tengamos sentimientos de extrañeza y rechazo ante determinadas
reacciones, gestos, conductas, rasgos físicos de nuestros hijos, que son
directamente atribuidas a su pasado, a su origen biológico, en definitiva algo
ajeno a nosotros.
Aquí debemos detenernos, no
apresurarnos, no entenderlo todo demasiado pronto. Por eso debemos insistir en los
grupos de formación de padres y en la evaluación de la idoneidad que adoptar va
más allá de cuidar, educar y proteger. Para desempeñar estas tareas es
suficiente con conocer y comprender las singularidades ajenas sin hacerlas
nuestras. Con nuestro hijo deberemos hacerlas necesariamente nuestras. El
sentimiento de pertenencia, deberá ser compartido y debe empezar por nosotros,
pues nuestro hijo llevará nuestros apellidos y nos representará, deberá percibir que es “uno de los nuestros”.
Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo.
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