jueves, 23 de octubre de 2014

CONSECUENCIAS DE LA OCULTACIÓN DEL ORIGEN EN ADOPCIÓN


Abordar temáticas relacionadas con el origen de los hijos adoptivos no es fácil, somos padres "gracias" a una ruptura en origen del vínculo con los padres biológicos. 
Cuando los padres omiten o tergiversan la información acerca del origen promueven en el niño la necesidad de bloquear toda pregunta que pueda crearles conflicto con ellos. Muchas veces esta actitud, transmitida sin intención por parte de los padres, promueve un aparente desinterés. 
Los niños precisan sentirse seguros con sus padres, verificar el amor que les tienen y el cuidado que les proporcionan, por lo tanto evitan preguntar sobre situaciones que resultan incómodas o conflictivas para los padres.
Inhiben su capacidad de preguntar, su curiosidad y, de esta manera, disminuyen, bloquean o anulan su deseo de conocer. Este deseo de aprender  es el que regula la necesidad de averiguar, avanzar en lo desconocido, apropiarse y disponer de los conocimientos que constituyen un capital de gran importancia para todo ser humano.
La falta de información sobre el origen, la información falsa o la falta de respuesta a las cuestiones que plantea un niño son advertidas por los hijos como “algo que no se debe saber”, algo que no hay que incorporar a su cabeza. 
Esta situación le lleva a la creencia de que saber resulta peligroso, que puede poner en peligro el amor que le tienen sus padres, y así aprende que no debe ser curioso. Y si inhibe su curiosidad, su deseo de aprender cosas nuevas, intercepta la posibilidad de incorporar experiencias y conocimientos nuevos. No pocas veces inhibiciones intelectuales que tienen su expresión en un bajo rendimiento escolar nacen de este aprendizaje "no es bueno curiosear".
De esta manera un conflicto no resuelto de los adultos deja sus consecuencias en los hijos, y es en la escuela donde se evidencia el conflicto que los padres han provocado.
Otras formas de exteriorizar que algo en la relación entre padres e hijos no es fluida, tiene su manifestación a través de trastornos de conducta; la angustia por permanecer separados de sus padres durante algunos períodos de tiempo, como la jornada escolar;  serán a veces  formas de manifestar su inseguridad en el nuevo vínculo y el temor a que estas figuras que resultan importantes para el niño puedan desaparecer sin explicaciones, como les ha sucedido anteriormente.
Más adelante, en la adolescencia, cuando nuestro hijo busque respuesta a determinados aspectos fundamentales de la vida, quizás no nos busque como referencia si no hemos sido buenos guías para un aspecto tan fundamental como este. 

Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo especialista en Adopción y Acogimiento. 



viernes, 10 de octubre de 2014

LAS DIFERENCIAS FÍSICAS EN ADOPCIÓN: ALGUNAS CLAVES DE ABORDAJE

La adopción ya sea nacional o internacional, implica en un número significativo de ocasiones hacer hijo a un niño que no comparte con nosotros la mismas características físicas, propias de nuestra etnia.

Este es un hecho relevante y que no debe ser infravalorado,  pues las diferencias de aspecto físico, son un rasgo de identidad que debe ser adecuadamente integrado tanto en lo que se refiere al equilibrio psíquico interno como en lo que tiene que ver con la adecuada integración social. Por lo que estos aspectos jugarán un papel más o menos importante en el proceso de identificación del menor a lo largo de toda su vida.

Señalemos que las diferencias físicas son un aspecto  “visible”, y que nos percibimos, entre otras muchas  cosas, conforme a las características físicas y  raciales. Las características físicas serán un elemento que entrará en juego necesariamente  en la constitución de la identidad, al ser un rasgo que caracterizará a nuestro hijo “frente a otros”.

Desde un punto de vista evolutivo, los niños poco a poco se van haciendo conscientes de las diferentes etnias existentes y de las diferencias con respecto a sus progenitores. Sin embargo para el niño preescolar no  es “evidente” esta diferencia racial, es a medida que se va construyendo su imagen corporal, como empieza a percibirse como  diferente. Al principio es normal que el niño se sienta físicamente como su familia, ya que se ve reflejado en el espejo de los otros que son cercanos,  a este respecto existen infinidad de anécdotas en niños pequeños, que señalan como distintos  a personas de idéntica raza a la suya.

Rocío de poco más de dos años de edad, llegada de China comenta a su madre “mamá en la guardería hay una niña china”, se refiere a ella misma. Los comentarios de los otros, de “hay una niña distinta” no le conciernen, ella se ve como los demás, como sus padres. No obstante,  pronto empiezan a ser conscientes de esa diferencia física aunque aún no  serán capaces de explicarla; por ejemplo, niños que piensan que a medida que vayan creciendo se irán volviendo del color de sus padres.  En el esclarecimiento de estas dudas, los padres tienen una oportunidad de oro para transmitir a sus hijos su condición de adoptivos, y de que a pesar de las diferencias físicas son hijos como cualquier otro, que esas diferencias no ponen en peligro el afecto de sus padres,  ni supondrán una exclusión posterior.

A medida que el niño crece y llega a la adolescencia, las características raciales cobran una mayor importancia. En esta etapa, las características físicas son elementos fundamentales en el desarrollo de loa autoestima, auto imagen. En muchas ocasiones este rasgo ocupa un lugar central en su auto percepción generando conflictos en el sentimiento de pertenencia a su familia adoptiva. Adquiriendo un valor simbólico central.


        Por lo tanto, en relación a los rasgos físicos los padres tienen que:

 1º  Enseñar a reconocer a su hijo las diferencias en cuanto a su aspecto físico. Los niños adoptados con características raciales diferentes a las de sus padres no tienen un “espejo biológico” en sus padres. Preguntas  frecuente como ¿Yo cómo voy a ser de mayor?, ¿A quién me voy a parecer?,  no deben quedar sin respuesta en estos casos. Los padres han de suplir la ausencia del espejo biológico.

 2º  Explicar cual es el “origen” de estas diferencias físicas: Explicar cual es el origen de la diferencia racial, supone abordar la condición adoptiva de nuestro hijo: Las características raciales diferentes de los niños con respecto a sus padres adoptivos suponen una manifestación de la condición adoptiva, tanto para los propios niños y padres, como para el resto de las personas.

 3º Enseñarle a hacer frente a esta diferencia racial que e muchas ocasiones dará lugar a actitudes negativas. Ayudar a los niños a que desarrollen estrategias de afrontamiento.


Juan Alonso Casalilla Galán. 

martes, 23 de septiembre de 2014

ADOPCIÓN: EL COMIENZO DE LA RELACIÓN


Mª Ángeles, describe así su primeros días de convivencia con su hijo Jesús de 3 años y 2 meses  de origen  Húngaro.

“Mientras estábamos lejos, vivíamos una especie de realidad paralela. Luchábamos por nuestro nuevo hijo, y esto nos daba ánimos y fuerzas sobrehumanas; pero una vez que llegamos a casa la cotidianidad nos golpeó en la cara sin darnos tiempo a recuperarnos del importante cansancio físico y psicológico que arrastrábamos.

El niño que hasta ahora sólo había estado con nosotros en la imaginación, el niño construido en la espera, ya está presente. Esta presencia real y ese nuevo espacio creado harán que ya nada sea igual en nuestras vidas.

En la literatura sobre el tema, ese niño/a que imaginábamos se ha venido  denominando “niño ideal”, ideal no por perfecto, sino por imaginado y construido. Además  era la base de nuestras expectativas y se había construido de acuerdo a nuestras necesidades y deseos, por lo tanto también era  muy “nuestro”.

Cuando comienza la relación, el “cuerpo a cuerpo” con el niño, necesariamente muchas de sus reacciones y comportamientos no corresponden con ese niño imaginado,  es lógico que se produzcan sentimientos ambivalentes, momento de rechazo, de duda, de hostilidad,  de decepción, son sentimientos que  a muchos padres les cuesta mucho trabajo expresar, por considerarlos inadecuados o por miedo a ser considerados malos padres, sin embargo son perfectamente normales. Si percibimos las singularidades de nuestro hijo es lógico que aparezcan aspectos que no nos gusten.

La aceptación positiva incondicional de que tanto se habla no significa que nos vaya a gustar todo y en todo momento, tendremos que aceptarlo, asumirlo como nuestro y relacionarnos con ello, pues será en base a  esos aspectos a partir de los cuales se construirá buena parte de la relación.
Las, a veces, ingratas tareas educativas, la ausencia inicial de un vínculo cálido entre nosotros y el hijo, la aparición de conductas inapropiadas  serán fuentes de muchos malestares.

Insistimos en que de manera más o menos inconsciente lo que esperábamos de ese niño operará en la relación que debemos de construir con nuestro hijo.

Se deberá producir una renuncia,  un proceso de duelo por ese niño que se imaginó, es el momento en el que es lógico que se produzcan sentimientos de desánimo. Se está produciendo un adiós a los aspectos imaginarios del proyecto, ahora queda por construir una relación maravillosa sobre la realidad.

No debemos olvidar que estos sentimientos tienen un valor positivo, pues quiere decir que nos estamos relacionando con nuestro hijo real, con sus singularidades, con las que nos gustan y con las que no nos gustan, y es necesario encontrarse con ellas, para construir una relación veraz y auténtica.

En algunos casos, estos sentimientos, pueden ser tan profundos que pueden llegar a producir lo que  ya empieza a denominarse desde hace más de una década Depresión Post-adopción. Los nuevos padres pueden llegar a sentirse muy culpables por los sentimientos que albergan, y esto sumado a los largos períodos de espera, la fuerte idealización del proyecto, las vicisitudes del encuentro, pueden llevarnos a una importante “caída” del ánimo.

Saber reconocer estos cuadros a tiempo, sin complejos, sin culpas, ayudarán a nuestro hijo y a nosotros a fortalecer la relación.

No obstante si este estado de ánimo se cronifica e interfiere las relaciones familiares de forma crónica resulta indicado consultar al profesional adecuado.

Otro destino de las expectativas previas, asentadas, construidas en base al niño imaginado, es que prevalezcan  sobre las necesidades singulares y concretas que se van a presentar en el día a día con el  hijo,  corriéndose el riesgo de convertirse en mandatos y exigencias  rígidos para el niño en cuanto a la adecuación de su conducta, roles a desempeñar en la familia, rendimientos escolares, etc. En este caso los padres se niegan a “renunciar” a determinados rendimientos de su hijo, a determinados logros, a que ocupe determinado lugar en la familia.

Mencionemos en este punto, que las investigaciones cualitativas y cuantitativas a este respecto señalan una relación consistente entre el no cumplimiento de las expectativas previas de los padres en torno al menor y el truncamiento o fracaso de la adopción, sobre todo en los primeros momentos de la adaptación familiar.

Así, nuestro proyecto deberá devenir en un proyecto compartido, que cuente con el otro, nuestro hijo como persona distinta. Esto requerirá renuncias, decepciones y sentimientos de hostilidad, pero también nos conducirá a  una relación verdadera.  


 Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista. Especialista en Adopción y Acogimiento. 


jueves, 4 de septiembre de 2014

ADOPCIÓN:MÁS ALLÁ DEL APEGO.

 “Adoptar supone filiar a ese hijo de otros, hacerle nuestro, más allá de quererle y tratarle bien, hacerle propio, autorizarle para que nos represente.”


El  vínculo paterno filial no sólo implica que los nuevos padres sean capaces de convertirse  en una figura segura y confiable que sea capaz de cuidar y educar, sino que además y esto es adoptar en último término,  filiemos a ese hijo de otros,  que le hagamos de nuestra familia, que surja ese sentimiento de pertenencia mutua. 
Además de cuidar, proteger y educar, la adopción supone que filiemos a ese hijo  de otros, que sea “uno de los nuestros” ya que llevará los apellidos de su nueva familia, lo que implica que se convierte en alguien que nos representa  frente a los demás.  
Más allá del apego y del trato adecuado, en la adopción se tiene que dar en el niño un sentimiento de pertenencia que hará hijo al menor que en su día nos fue asignado.
Con respecto a la adopción se viene insistiendo profusamente en aspectos de vínculo-apego, buen trato, manejo eficaz de la conducta, dejando de lado un aspecto que es quizá el “más humano”, hablamos de la pertenencia a un grupo que nos reconoce y que nos inscribe en un lugar concreto.
Es importante tener en cuenta que a medida que el niño crece y su círculo social se amplía  esta dimensión  cobrará más importancia, pues sus  relaciones y contactos se harán más complejos y le permitirá identificarse, como hijo nuestro, en su condición de adoptivo,  frente a los demás. Para el niño, como para cualquier persona;  pertenecer, tener una identidad, un ser,  un lugar en el mundo, puede llegar a ser, en un momento de su ciclo evolutivo   tan relevante como ser “bien cuidado”. 
Cuando los padres, sobre todo en la adolescencia, consultan por graves problemáticas de integración vemos con frecuencia como sí han podido cuidar, proteger y asumir los retos de la paternidad.  Sin embargo esto no ha sido suficiente como para construir una relación  lo suficientemente sólida como para soportar el tránsito de niño a adulto, así como los requerimientos de una incorporación social más amplia y compleja que cuestiona su manera singular de estar en el mundo. La “versión” de los chicos nos habla a veces de como se han sentido siempre “ajenos” a su nueva familia. 
Una familia que les ha cuestionado cuando han elegido pareja o profesión “muy por debajo de lo que sus padres esperaban”. Que han podido percibir las inquietudes de sus padres cuando otros señalaban su condición de adoptivos y/o su diferencia étnica. Padres que han sido incapaces de sostener sus angustias, dudas, miedos y preocupaciones en relación a su historia y vínculos pasados. Son chicos que dicen haber encontrado en otros la aceptación y la comprensión que nunca encontraron en sus familias adoptivas.
Las dificultades de las familias para conjugar estas dos necesidades de los hijos quizás radiquen en la dificultad para asumir que la “ruptura existencial” que supone la adopción, forma parte intrínseca del vínculo con sus hijos comprometiendo seriamente sus capacidades para   acompañar a  sus hijos.
No debemos olvidar que  todo lo que viene de atrás, de su historia, de su familia biológica es vivido con demasiada frecuencia (por parte de padres y profesionales) como algo negativo, dañino y ajeno,  quedando así  fuera de la relación… y sin embargo forma parte de su identidad, su existencia. Considerar su existencia anterior, sus vínculos anteriores como algo patógeno hace que quede fuera de la relación y busquen en otros un “eco” de estos aspectos.
Su historia pasada, de alguna manera, tendrá que llegar a ser necesariamente también la nuestra.

Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Especialista en Acogimiento y Adopción. 



viernes, 27 de junio de 2014

EL APOYO ESPECIALIZADO TRAS LA ADOPCIÓN O COMO CONTRIBUIR A PREVENIR LA APARICIÓN DEL MALESTAR A LO LARGO DEL CICLO VITAL DE LA FAMILIA QUE ADOPTA.


La adopción es un acto jurídico a través del cual un niño o niña, que no es hijo biológico de unos padres determinados, se convierte legalmente en su hijo con plenitud de derechos; generando en los padres las mismas obligaciones y derechos que cualquier padre o madre tiene respecto a sus hijos biológicos. 

Sin embargo esta plena igualdad, efecto del derecho y que legitima el vínculo, no elude la necesidad de dar cuenta de las singularidades que supone la incorporación no natural, de un hijo a la familia.

Necesariamente los padres adoptivos tendrán que ayudar a descifrar a sus hijos,  las significaciones múltiples que tendrán para ellos, esta forma distinta a la habitual de llegar a formar parte de de una nueva familia. Porque estas singularidades se manifestarán a lo largo de todo el ciclo vital de la familia adoptiva,  debiendo ser  oportunamente atendidas y no negadas.  Tenerlas en cuenta no supone devaluar la legitimidad del vínculo,  supone al contrario, cuidarlo de acuerdo a las peculiaridades que presenta.

Concretando un poco más, podemos decir que la maternidad/paternidad adoptiva presenta unas características propias, efecto de la ruptura existencial que supone la adopción para el menor,  que es imprescindible conocer y aceptar, entre las cuales podemos mencionar las  siguientes:

         Requiere de los nuevos padres, la disposición a aceptar y asumir  la historia previa del niño.  Nuestro hijo fue hijo de otros”.

         Requiere  también la capacidad de convivir con sus recuerdos, los cuales pueden resultarnos profundamente ajenos y despertar en los padres sentimientos ambivalentes difíciles de gestionar.

         Requiere de la comprensión de las dificultades de integración del niño, atendiendo a las peculiaridades de aquellos casos en que provenga de una etnia o cultura diferente.

         Exige la aceptación del derecho que tiene el niño a conocer la verdad sobre su adopción y sus orígenes.

Estas  “características propias” hacen que a lo largo de toda la vida, las familias adoptivas se confronten con su  propia historia, y con la necesidad de dar explicaciones sobre la forma en que cada uno de los miembros se ha integrado a la misma. Abocando a la familia a una serie de “tareas” a lo largo del tiempo, entre las cuales podemos mencionar:

·        En el momento del encuentro con el hijo y el posterior proceso de vinculación, se recibirá a un niño con una historia propia, con el que habrá de crear  un vínculo afectivo y de pertenencia familiar.

·        Durante un tiempo, más o menos prolongado, la familia adoptiva deberá someterse  a un proceso de seguimiento de la integración familiar por parte de las autoridades que intervinieron durante el proceso.

·        La necesidad de hablar y explicar al niño la forma en que se incorporó a la familia; los acontecimientos de su historia previa; las razones que motivaron su adopción; y la existencia de otra familia – la biológica – que permanecerá en el recuerdo del niño durante toda su vida y con la que los padres deben aprender a convivir.

·        Durante la adolescencia, etapa de cambios por antonomasia, cambios corporales y cambios conductuales, y en que muchas veces las rebeldías propias de la adolescencia puedan ser mal interpretadas como conductas heredadas por la biología, que también enfrentarán a la familia a su forma de constituirse.

·        Cuando en algún momento, el hijo ya adolescente decida iniciar la búsqueda de sus orígenes y todos nos enfrentemos al fantasma de la pérdida de los vínculos afectivos logrados.

Llegados a este punto vemos como la maternidad/paternidad adoptiva supone una serie de retos específicos que requerirán de una atención especializada, atención que encuentre un adecuado equilibrio para que menores y familias no se sientan diferenciados (devaluándose o ensalzándose la vinculación a través de la adopción) pero que a la vez atienda a ciertas dificultades e interrogantes  que pueden surgir fruto de esta forma de llegar a ser padres.

Las instituciones públicas, como garantes de los derechos de los menores deben procurar que sean atendidas las necesidades de los miembros de la comunidad.  El menor adoptado y su familia  no puede ser una excepción. El volumen de menores adoptivos que se han incorporado a nuestra sociedad, sobre todo por el auge en los últimos años de la adopción internacional es muy importante, y ya son muchas las dificultades que han aparecido: dificultades de integración social, escolar y familiar, truncamiento de la relación…etc.

Todo esto hace necesario que las instituciones lideren la organización de unos servicios de apoyo post-adoptivos eficaces,  que presten apoyo especializado a la responsabilidad adquirida por estos padres, que lo son de pleno derecho. Sólo así podremos prevenir la aparición de dificultades de integración social y familiar, que con una atención temprana podrían haberse evitado.

Estos servicios de apoyo post adoptivos  deben de recoger   los siguientes objetivos:

1.     Mejorar las capacidades de los padres para hacer frente a los retos específicos que supone la paternidad/maternidad adoptiva.

2.     Creación de una red que  permita un proceso de recuperación del menor en diferentes ámbitos del desarrollo: desarrollo físico y neurológico, cinético y emocional.

3.     Mejorar las capacidades del menor para afrontar sentimientos de pérdida, formación  de identidad y búsqueda de orígenes.

4.     Acompañar y orientar a los padres en situaciones de crisis y/o de especial dificultad en la integración familiar y social de menor.

5.     Prevenir  situaciones de “truncamiento” de la relación y posible situación de desamparo.

6.     Generar cultura de la Adopción.

7.     Acompañamiento en la búsqueda efectiva de Orígenes.

Como reflexión última, sólo cabe decir, que únicamente una atención especializada tras la adopción, hará verdadera esa promesa implícita, de una vida mejor que se hizo a un niño, el cual fue separado de su entorno, por considerarse éste,   perjudicial para su desarrollo.

 

Juan Alonso Casalilla Galán 


 

 

jueves, 5 de junio de 2014

HABLAR DE ADOPCIÓN A NUESTROS HIJOS… ¿QUÉ DECIR?


Recordemos que nuestros hijos nos “colocarán” en el lugar de padres si somos capaces de ayudarles a descifrar el mundo complejo que les rodea. Este aforismo puede iluminar nuestra tarea como padres en relación con el hecho adoptivo y  su explicación.
Escuchamos, en ocasiones, con perplejidad, que los padres informan al niño sobre su adopción omitiendo o deformando algunos datos:

§    niegan su esterilidad, comenzando la historia desde el abandono del niño y el momento del encuentro; de esta manera ponen el acento en los obstáculos de los progenitores para hacerse cargo del niño, poniendo el peso de lo conflictivo del lado del vínculo entre el niño y su familia biológica.

§    otros deciden dar por muertos a los progenitores; borrando, de una vez y para siempre, a quienes sienten sus rivales, y con ello el posible deseo del hijo por conocerlos, buscarlos.

§    lo hacen de una vez y para siempre; hablan con el niño cerrando toda posibilidad de diálogo futuro.                                                         

§    o comienzan la historia desde el día del encuentro, negando la existencia de un tiempo previo en que su presencia no acompañaba al niño, y la existencia de la pareja que dio vida al niño.

§    informan cuando el hijo es aún muy pequeño y no dispone de toda su capacidad para comprender el hecho de su adopción, cumpliendo con el deber de informar, pero  negando las posibilidades de reelaboración de su historia por parte del niño.

§    transformando la adopción en un hecho casi mágico, dejando el encuentro en manos del niño Jesús o de la virgen como respuesta a sus rezos y negando las desventuras de un proceso que ha resultado muy costoso a nivel emocional, tanto para los padres como para los hijos.

§    o dejando en manos del niño descubrir que la falta de parecido físico entre padres e hijos procede de una forma diferente de constituir una familia.
Por ello es de fundamental importancia que a lo largo del relato en que se transmite al niño su origen se haga referencia a:

§    la existencia de la pareja que dio origen al niño

§    la esterilidad de los padres, si es el caso

§    el deseo de incorporar un nuevo hijo, si ya existen otros hijos

§    cómo y por qué fue dado en adopción

§    la irreversibilidad de la adopción

La información no debe ser desplegada de una vez y para siempre, necesita ser dosificada, reformulada y recreada en diferentes momentos vitales del niño y su familia, y de acuerdo a las posibilidades de comprensión del niño en cada etapa de su desarrollo.

Muchos niños conocen estos extremos a través de un tortuoso camino de soledad y miedos, contemplando cómo sus padres eluden el tema o lo dejan en manos de otros que no cuidarán tanto la transmisión de un  aspecto tan central para él.
Para saber más ver "El Reto de ser padres. guía práctica de postadopción" Editorial Salvat-Bruño.

 Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Especialista en Adopción y Acogimiento Familiar.

sábado, 10 de mayo de 2014

ELECCIÓN DE AMIGOS EN EL ADOLESCENTE ADOPTADO



Los compañeros de colegio son, en muchas ocasiones, el primer grupo de iguales. Sin duda representan la aceptación y el rechazo del hijo y de sus peculiaridades, tanto académicas como culturales o raciales. Ellos son el punto de comparación para todo cuanto nuestro hijo haga: si va bien en los estudios, si no está quieto en clase, si es más menos activo, más listo o menos que los otros… Son los compañeros quienes acogen o rechazan a nuestro hijo adoptado por ser blanco o negro, mestizo o asiático, africano o con rasgos caribeños. Ante ellos nuestro hijo se siente válido o acomplejado. Una tarea recomendable para los padres es, sin duda, procurar acercarse a aquellos amigos y compañeros que eligen a su hijo como amigo, o a los que, a su vez, ha elegido él e incorporarlos de vez en cuando a su entorno. Asimismo, también será positivo ayudar a nuestro hijo a pertenecer a algún grupo deportivo, cultural,   etc., donde canalice muchas actividades que, cuando llegue a la adolescencia, deberán estar estructuradas, lo que favorecerá el sentimiento de pertenencia a la sociedad en que vive.
Fuera del ámbito académico, debemos considerar que nuestra sociedad ha pasado de ser muy homogénea en el tema étnico, pues los hechos diferenciales eran poco significativos, a ser multirracial o cuando menos interracial. Actualmente, un alto porcentaje de nuestra población joven, en nuestros barrios y ciudades, incluso en el ámbito rural, está cruzado por etnias y tradiciones culturales procedentes de todos los países, especialmente del Este de Europa, de Suramérica y del Norte de África. En medio de una gran mayoría de raza caucásica, conviven grupos de inmigrantes a su vez heterogéneos, reunidos bajo el aglutinante de su país de origen, que en muchos casos coincide con el país del que proceden nuestros hijos adoptados: Ecuador, Colombia, China, República Dominicana, Brasil, Perú, la India, Rusia, Bulgaria, etc. Los grupos de adolescentes de diversas procedencias se forman en torno a un elemento aglutinante, que puede ser su nación de origen. Los componentes de estos grupos provienen de la inmigración, y a ellos pueden adherirse, como decíamos más arriba, algunos de nuestros hijos por ser de los mismos países y también por ciertas condiciones raciales, historias de abandono en la calle, cierto fracaso escolar, escasa o mala vinculación con los padres, vivencia de cierto complejo de inferioridad o de marginación, incomunicación y falta de diálogo familiar, soledad y los problemas típicos de la adolescencia.
Si la familia no tiene unos vínculos especialmente robustos a los que se sienta bien adherido, nuestro hijo adoptado podrá buscar en esas pandillas la familia que no tiene. En esos grupos se sentirá fuerte, apoyado y defendido, y por solidaridad tendrá que apoyar y defender a cualquier precio a sus compañeros de pandilla. En algunas ocasiones, nuestro hijo perseguirá en estos grupos el sentimiento de pertenencia que quizá no le hemos sabido transmitir. El problema ya no es lejano, sino que puede estar dentro de nuestras casas. En efecto, la adolescencia es el momento oportuno para esa identificación racial, porque el menor está buscándose a sí mismo a través de la comparación con los demás, por la ansiedad de ser aceptado, por conflicto de lealtades y por necesidad de pertenencia y seguridad
El menor se enfrenta a un conflicto de lealtades. ¿A qué grupo pertenece? ¿Con quién comparte más? ¿Quién lo acepta tal y como es? El chico está atravesando un momento de desencuentro con sus padres debido a los estudios; esto le produce una sensación de exclusión y de falta de aceptación, y en este momento surge un grupo que lo busca, que lo elige para estar con él, pero el chico tiene miedo porque sabe que esos menores tienen un comportamiento antisocial que no estaría bien visto por los padres. Sin embargo, es la primera vez que resulta atractivo para un grupo de iguales…
Los padres hemos de estar muy atentos a esta realidad, que ya no es un peligro remoto. Sugerimos a estos una comunicación adecuada con los chicos, buscar la verdad frente a cualquier ocultación sobre sus orígenes, sobre su historia de abandono y cuanto se sepa sobre sus antecedentes. Acompañarlos, cuando ellos lo demanden, a investigar aquellos aspectos que nos sean desconocidos y atender sus verdaderas preocupaciones e inquietudes.
Más allá de esto, solo el establecimiento de auténticos vínculos afectivos con nuestros hijos, que no tienen que estar en contradicción con normas de firmeza, y una dedicación a ellos intensa y sincera, podrá ayudarnos a ser una buena guía para ellos.
Juan Alonso Casalilla Galán. Psicólogo. Psicoanalista. Especialista en Adopción.